En la antigüedad los pueblos asociaron el fuego a sus divinidades; por ejemplo, Prometeo, divinidad de la mitología griega subió al cielo para robar el fuego de los dioses y fue castigado por Zeus. Tenemos presente esta asociación de la antigüedad entre el fuego y sus dioses y nos abrimos a la revelación de Dios a Israel que culmina, como sabemos, con la Encarnación de su Hijo. Jesús es la respuesta de Dios Padre a la tendencia humana de hacerse con el Fuego de Dios en vistas a su purificación. Tendencia apremiante que suscita está súplica en todo buscador de Dios: Dame, Dios mío tú Fuego Divino para que mi vida alcance su plenitud en ti.
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