Hablo de esas heridas incurables que quedan de por vida; las que la maldad provoca asesinando sin razón. Lo sabemos como lo supo la Virgen aquél fatídico día. Ya te pueden decir “misa” que el corazón seguirá roto y los ojos tristes.
Me vienen a la cabeza mis
desaparecidos en Argentina; los asesinados sin culpa... Ya no es cuestión de
perdonar, pues ni eso consuela; tampoco olvidar porque no tenemos la llave del
olvido, pero nos queda una cosa: Sabernos
costaleros de la misma cofradía doliente, es como llevar en andas a Cristo o La Virgen y repartirnos su peso.
Los arrebatados son tantos
como flores llenan jardines, donde colores y fragancias se mezclan en un aroma
único, de tal manera que apartar una sola “flor” sería un error...
El dicho: “Mal de muchos, consuelo de tontos” es
falso; dolor de muchos, entre ellos el de Jesús, María, inocentes y mártires, nos
llenan el corazón de acompañamiento. Dios no abandona indefensos, María es
también un lirio blanco del mismo jardín...
Bajo el azul del cielo,
miles de lágrimas serán consoladas porque sobre el azul del cielo, miles de
almas serán acogidas. La felicidad de la que disfrutan junto a Dios ha de ser más
fuerte que la pena de no verlos por un tiempo ¡En poco estaremos con ellos!
No
tenemos necesidad de psicólogos, es el vano remedio de los que no creen en LA
VIDA después de la vida.
Demos a Cristo nuestro dolor
y Él nos dirá “Paz a vosotros”.
¡Creer
es vivir!!!
Emma
Diez Lobo
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