«LA
REVOLUCIÓN DE LA TERNURA SE LLAMA MISERICORDIA»
LA PRIMERA
OBRA ESPIRITUAL DE MISERICORDIA
Carmen, la maestra más vocacionada que he
conocido, tiene razón cuando confiesa que la educación de todo ser humano,
especialmente la de los disminuidos físicos o psíquicos, «afecta a la
eternidad». Nunca sabes, ni cuándo, ni cuál, puede ser su alcance. Pero te
garantiza una libertad, autenticidad, fecundidad, felicidad... inusitada.
La
vida interior (fe), de igual manera, si no la abonamos de razones, con el rico
patrimonio que hemos heredado durante siglos, se anquilosa. Enseñar algo a
quien lo desconoce ayuda a crecer a la persona, esto es, a ir modelándose como
Dios la ha soñado… Se logra si se enseña desde el amor y la humildad y si se
ofrece lo mejor de sí pero, sobre todo, si ofrece la visión trascendente de la
persona a la que se educa y en la que el educador llega a reconocer un signo de
la presencia misericordiosa de Dios.
Es
muy importante colaborar en satisfacer las necesidades materiales de muchos de
nuestros hermanos como hemos visto en las obras de misericordia corporales pero
no menos necesario resulta que aprendan a relacionarse con los demás y con Dios
(ORACIÓN), a perdonar, compartir, respetar, convivir... Valores que encarnó
Jesús, nuestro MAESTRO y que nos sirven hoy a nosotros como referente: Jesús
fue un maestro diferente. Su enseñanza y sus signos eran de otra categoría.
Hasta
la gente sencilla era capaz de captar la diferencia. Mientras los maestros de
su tiempo se dedicaban a repetir una tradición heredada de sus antepasados,
Jesús hacía una nueva lectura de la tradición y descubría su relevancia para la
vida del hombre. Su enseñanza estaba cargada de fuerza y convicción. Enseñó no
sólo con palabras. La enseñanza de Jesús no era teórica. Tan importantes como
sus palabras eran sus obras y su ejemplo. A veces, siguiendo la costumbre de
los antiguos profetas, hacía algunos gestos simbólicos. Tal vez el más
significativo fue el lavatorio de los pies. Algo insólito en aquella cultura
que lo consideraba como un oficio propio de esclavos. Su enseñanza era
integral, en la que el educador quedaba implicado, ya que lo que enseñaba era
un modo de vida nacido de su experiencia profunda.
Maestro
de todos. Jesús estableció diversos tipos de relación con sus interlocutores:
Con aquellos que se resistían a aceptar su proyecto liberador (los fariseos,
los saduceos, etc.) su relación fue de confrontación interpeladora, respetuosa
pero, a la vez, clara y directa. A ellos también les ofreció su «buena noticia»
pero la rechazaron porque se creían poseedores de la verdad. Con los que
acogieron de buen grado su palabra, Jesús estableció una relación especial.
Entre éstos podemos distinguir dos grupos de personas: la gente sencilla y el
grupo de los discípulos que van con él. Con los primeros, utiliza un lenguaje
sencillo que todos pueden entender fácilmente. Es el lenguaje de las parábolas que,
desde experiencias y realidades concretas, hace reflexionar y descubrir una
enseñanza más profunda. Con el grupo de sus discípulos, mantuvo una estrecha
relación, en la que progresivamente los fue educando para que comprendieran a
fondo el misterio del reino de Dios y su propia misión. Su enseñanza era
también acompañamiento. Con una pedagogía singular.
El
relato evangélico que mejor la revela es el encuentro con los discípulos de
Emaús: Jesús sale a su encuentro, se hace compañero de camino, se interesa por
sus preocupaciones, los escucha atentamente, les explica pacientemente las
Escrituras haciendo una nueva lectura de lo acontecido, se queda con ellos,
aceptando su hospitalidad, hasta que "se les abrieron los ojos" y
desaparece. Ojalá cada uno, al menos durante este año de gracia, nos hiciéramos
los encontradizos con los que vagan sin rumbo y nos constituyésemos en
acompañantes, en testigos con nuestra propia vida de los valores que hemos
recibido del Maestro.
Con mi afecto y
bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de
Barbastro-Monzón
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