Creía, Señor, que Tú habías muerto para
eliminar la muerte y el pecado de este mundo. Pero visto lo visto más de uno
puede caer en la tentación de pensar que
tu venida fue un fracaso.
A ver, si no, cómo esas bestias salvajes,
con toda la frialdad del mundo, dando un alarido que invoca a su dios, en
breves instantes producen una barbarie tan grande. ¿Cómo se puede matar en
nombre de una religión? ¿Qué clase de religión sería esa? Su odio es
inversamente proporcional a su inteligencia. El Islán no es así, no es cierto
que el Corán, su libro sagrado, les dé cobertura. Juzgamos falsamente si
partimos de su adulterada premisa. Los auténticos musulmanes los desautorizan
abiertamente.
Tú sí que moriste para salvar a todos los
seres humanos y además moriste dando también otro desgarrador alarido a tu
Padre Dios: Padre, perdónalos porque no
saben lo que hacen. Qué paralelismo tan antagónico. Unos mueren matando por
odio y Tú mueres dando la vida por amor. Esto, hasta los que no sean creyentes
tuyos lo pueden entender y admitir, en cambio lo de las Torres Gemelas, Atocha,
París, Bruselas… ¿quién lo va a entender?
Es muy difícil poner la otra mejilla con estos prójimos, así que ilumínanos y
danos fuerza porque nuestra mente y nuestro corazón se resisten.
Gracias, Dios mío, por ser así, por darnos
la vida, por amar y perdonar. Gracias por habernos dado una religión de
libertad, pues en comparación, la pretendida de estas mentes atrofiadas es de
servilismo. Perdona a tanto terrorista que anda ciego por este valle de
lágrimas porque tampoco ellos saben lo que se hacen.
Ayúdanos a ambas partes a convivir, ya que
inevitablemente estamos forzados a cohabitar. Ilumina y dale sabiduría a los
verdaderos musulmanes, que son los más, para que sean capaces de hacerles ver su error
a esa minoría, aunque realmente cada vez es menos minoría, pero con mucho odio
y mucha ansia de matar. Perdónales y reconviértelos al verdadero sentido de los
principios de su religión, que nada de lo que engañosamente practican en su nombre
es admisible.
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