“En la grandeza
y hermosura de las criaturas, proporcionalmente se puede contemplar a su
Hacedor original… Y si se admiraron del poder y de la fuerza, debieron deducir
de aquí cuánto más poderoso es su plasmador...; si fueron seducidos por su
hermosura, ... debieron conocer cuánto mejor es el Señor de ellos, pues es el
autor de la belleza quien hizo todas estas cosas”. Palabras del libro de la
Sabiduría.
La
fe es como una noche, una noche oscura, diseminada de estrellas. En efecto, San
Juan de la Cruz - aquél gran místico de la cristiandad - justamente hablaba de
la noche oscura de la fe en la vida espiritual. ¿No es verdad, sin embargo, que
durante la noche se ve mucho más? Durante el día, es verdad, vemos con
claridad, con más precisión (hasta podemos tocar las cosas, medirlas), a pesar
de esto, vemos poco porque vemos lo que nos circunda ya que nuestro campo
visivo es muy limitado. Durante la noche, también es verdad que vemos con menos
claridad, sin precisión, sin embargo, vemos podemos ver más plenamente, vemos
más lejos y podemos ver las lejanas estrellas que están a miles de años luz,
así podemos ver nuestra pequeña vida en el contexto del inmenso universo, en el
contexto de la totalidad de la creación.
‘Dónde comienza
y dónde termina el conocimiento de Dios’
"Dios
siempre ha sido, siempre es y siempre será o más exactamente, siempre es.
Porque «fue» y «será» significan fragmentos de tiempo, propios sólo de nuestra
naturaleza fluyente, en tanto que Dios siempre es y, precisamente, El mismo se
otorga este nombre cuando contesta a Moisés en el monte (Cf Ex. 3, 14).
Pues todo
cuanto existe lo abarca El, que no tuvo principio ni tendrá final, como un mar
ilimitado e infinito que excede todo pensamiento sobre el tiempo y la
naturaleza, por grande que sea. En nuestro entendimiento nos representamos a
Dios, bastante oscura y limitadamente, no concibiendo los atributos que le son
propios, sino valiéndonos de los seres que hacen referencia a Él. Más si la
imagen de algo se alcanza a partir de otra cosa, se llega solamente a una
figura de la verdad es que escapa antes de poder retenerla, huye antes de
que la comprendamos. Tal figura de Dios ilumina lo mejor de nosotros
mismos —con tal de que lo hayamos purificado—, al modo como un fugaz relámpago
da luz a los ojos.
Sucede esto,
según mi parecer para que, por una parte, por aquello por lo cual Él puede ser
comprendido por nosotros, nos atraiga a Si, pues nadie espera ni pretende
conseguir lo que no le es dado conocer en modo alguno. Por otra, por cuanto nos
es inasequible, se constituye en objeto de nuestra admiración, para que siendo
admirado, sea deseado; deseándolo, nos purifique y purificados, nos haga
divinos a fin de tener relación con quienes han sido hechos semejantes a
El."
(San Gregorio
Nacianceno)
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