viernes, 11 de marzo de 2016

En la grandeza …….



“En la grandeza y hermosura de las criaturas, proporcionalmente se puede contemplar a su Hacedor original… Y si se admiraron del poder y de la fuerza, debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su plasmador...; si fueron seducidos por su hermosura, ... debieron conocer cuánto mejor es el Señor de ellos, pues es el autor de la belleza quien hizo todas estas cosas”. Palabras del libro de la Sabiduría.

La fe es como una noche, una noche oscura, diseminada de estrellas. En efecto, San Juan de la Cruz - aquél gran místico de la cristiandad - justamente hablaba de la noche oscura de la fe en la vida espiritual. ¿No es verdad, sin embargo, que durante la noche se ve mucho más? Durante el día, es verdad, vemos con claridad, con más precisión (hasta podemos tocar las cosas, medirlas), a pesar de esto, vemos poco porque vemos lo que nos circunda ya que nuestro campo visivo es muy limitado. Durante la noche, también es verdad que vemos con menos claridad, sin precisión, sin embargo, vemos podemos ver más plenamente, vemos más lejos y podemos ver las lejanas estrellas que están a miles de años luz, así podemos ver nuestra pequeña vida en el contexto del inmenso universo, en el contexto de la totalidad de la creación.

‘Dónde comienza y dónde termina el conocimiento de Dios’
"Dios siempre ha sido, siempre es y siempre será o más exactamente, siempre es. Porque «fue» y «será» significan fragmentos de tiempo, propios sólo de nuestra naturaleza fluyente, en tanto que Dios siempre es y, precisamente, El mismo se otorga este nombre cuando contesta a Moisés en el monte (Cf Ex. 3, 14).
Pues todo cuanto existe lo abarca El, que no tuvo principio ni tendrá final, como un mar ilimitado e infinito que excede todo pensamiento sobre el tiempo y la naturaleza, por grande que sea. En nuestro entendimiento nos representamos a Dios, bastante oscura y limitadamente, no concibiendo los atributos que le son propios, sino valiéndonos de los seres que hacen referencia a Él. Más si la imagen de algo se alcanza a partir de otra cosa, se llega solamente a una figura de la verdad es que escapa antes de poder retenerla, huye antes de que la comprendamos. Tal figura de Dios ilumina lo mejor de nosotros mismos —con tal de que lo hayamos purificado—, al modo como un fugaz relámpago da luz a los ojos.

Sucede esto, según mi parecer para que, por una parte, por aquello por lo cual Él puede ser comprendido por nosotros, nos atraiga a Si, pues nadie espera ni pretende conseguir lo que no le es dado conocer en modo alguno. Por otra, por cuanto nos es inasequible, se constituye en objeto de nuestra admiración, para que siendo admirado, sea deseado; deseándolo, nos purifique y purificados, nos haga divinos a fin de tener relación con quienes han sido hechos semejantes a El." 
(San Gregorio Nacianceno)


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