Esta mañana escuchando Radio María, aconteció una
bellísima anécdota, que paso a relatar:
Una señora anciana, de los tiempos en que aún
estaban las pesetas por España, le van a desahuciar porque debe 5.000 pesetas.
La señora no dispone de esa cantidad, no
tiene familia, pero no se angustia. En su inocencia envía una carta a
Dios a través de la Dirección de Correos, pidiéndole que le consiga este
dinero. Y pone en el sobre: “Para el Señor Dios”. Nada más.
Cuando llega a la oficina de correos, el asunto
deja asombrados a los funcionarios; tanto es así, que se plantean la duda de si
será una broma, o se tratará de un “chalado” más, …
Pero les pica la curiosidad, y deciden abrir el
sobre. Se encuentran con la petición, y, ante tanta ternura, y sobre todo, FE,
deciden aportar cada uno lo que pueda en forma de pequeña colecta.
Pero no consiguen la cantidad de 5.000 pesetas, sino
sólo 4.500. Y se lo envían para no retrasar más el pago, ya que presumen la
urgencia de la inocente mujer.
Al cabo de unos días, reciben de nuevo una carta
con el mismo destinatario: Dios.
Abren y se encuentran con esta frase: Gracias Dios,
por el dinero recibido. Tú me enviaste las 5.000 pesetas, pero los pillos de Correos se quedaron con 500 pesetas.
Los chicos de Correos no denunciaron nada, sino que
quedó plasmada en su alma la inocencia de la señora, y su Fe en Dios. Sin
saberlo, les dio una catequesis preciosa de confianza “en las Manos bondadosas de la Providencia divina”.
Realmente Dios se revela a los pequeños del Evangelio,
los que, como niños, se dejan apoyar su cabeza en las Manos de Jesús, como “un niño un brazos de su madre” (Sal 130)
Alabado sea Jesucristo
Tomás Cremades
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