Que hermoso es haber sido alcanzado y sorprendido por la
gracia de Dios y cumplir setenta años. Hoy es un día para felicitar, distinguir al amigo y
colaborador literario de este blog, la alegría de comunicarlo, beber un trago
de agua en la fuente Los Cañaricos, visitar la
Balsa del Tío Ratón, subir a la
Fortaleza, buen lugar para contemplar ese Valle, sumidos en el silencio y en un espíritu de gratitud, y leer el siguiente testimonio que me manda el setentón,
para corresponder a mi felicitación, ¡qué manera tan generosa de celebrarlo, dándole
gracias a Dios!. ¡Querido amigo qué sigas brillando con todos tus dones y talentos
para la gloria de Dios y el beneficio de todos. Dios te guarde siempre.
Hoy, Señor, cumplo 70
años. Ya llevo un poco tiempo percatándome de que llegaba esta fecha, cosa que
nunca antes, en otros cumpleaños, me había pasado; tenía la sensación de que me
acercaba a una fecha determinante, taxativa y especial. Tengo la impresión de que
este aniversario es singular, como si fuera una línea que marca un antes y un
después en mi vida y eso cualquier fecha podría ser, pero no, es esta en
concreto la que parece que me la señala. ¿Me quieres decir algo? o simplemente
es cuestión psicológica. Me figuro que he ido ascendiendo por una no muy
pendiente cuesta, pero de pronto me encuentro en una cima y ante mí se
presenta, no un precipicio, pero sí un descenso bastante más pronunciado que el
ascenso.
Cuando murió mi padre ‒apenas ha pasado un año–, hablando con un amigo coetáneo le
decía que yo ya estaba en primera fila, pero lo decía más bromeando que
pensándolo en serio, y hoy sí me tomo en serio esas mismas palabras. Sin
embargo hoy sí tengo la sensación de que he comenzado la época definitiva.
También me viene a la mente la respuesta que me dio mi padre, ya muy
deteriorado, cuando en una conversación salió el tema de la muerte y le
pregunté que qué pensaba al respecto: Pedro, estoy preparado, pero sin prisas.
Eso mismo parece que
quisiera decirte hoy yo a Ti. ¡Hay que ver el apego que le tenemos a esta vida!
cuando, Señor, sabemos que estamos de paso, es más, creemos que la definitiva
vida posterior será mejor que esta, pero sin embargo nos resistimos. Te hablo
en plural porque esta sensación no es solo mía, sino que la he contrastado en
conversaciones al respecto con otros. Parece como si me resistiera, no me
gustara que llegara ese día. No me lo tomes a falta de fe, creo en la resurrección,
más aún, digo con San Pablo aquello de que
sin ella los seres humanos seríamos los seres más desgraciados de la creación,
pero…
Todo lo anterior
parece una reflexión u oración extravagante o grotesca, Señor, pero no, es la
confesión a corazón abierto ante mi mejor amigo.
Gracias, Señor, por
haberme permitido llegar hasta aquí y además muy bien acompañado de gente que
me quiere. Gracias por todos los dones con los que me has colmado en este
trayecto.
En fin, no te digo
hasta pronto por ser coherente con todo lo anterior, pero sí hasta que quieras.
Pedro
José Martínez Caparrós
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