Estaba la Madre sufriendo y yo que soy madre, no puedo
imaginarme su dolor. No es ni será la única madre del mundo a quien torturan un
hijo hasta la muerte. ¡Hagamos el máximo daño!, así es la maldad humana.
Una Muerte de odio de un inocente es
cuanto menos incomprensible para la mente; pero Ella aceptaba sin quejarse a
Dios, orando por su Hijo, sin rezar para evitarlo… Calvario “eterno” de horas y
horas… ¡Tremenda humildad! Desde que nació Jesús, todo lo guardaba dentro de
sí, callada, silenciosa, esperando sin comprender que una espada le atravesara
el corazón.
Madres de sacerdotes y religiosas de ayer
y de hoy, saben bien que la imitación de sus hijos a Cristo puede llevarles a
una muerte de tortura.
Madres como María, sufrientes como
María del odio a Cristo y a la Fe, pero sabedoras de un cielo abierto a hijos
paridos para Dios. Dolor y cielo ¿Quiénes mejor que ellas son comprendidas, lloradas
y consoladas por Dios?
Ayudemos a estas “dolore matris” (madres dolorosas) los lunes, martes, miércoles,
jueves, viernes, sábados y domingos en nombre de María.
No sé quien sufrió más, si Jesús por la
humanidad y su Madre o María por su Hijo vendido, insultado, escupido, descarnado
y atravesado.
No sé y no lo quiero saber, pero el
dolor mutuo sin culpa y por nuestra salvación, es y será la
llaga que nos recuerde por siempre, ser hijos de Dios y María.
¡Qué grandes son las madres que entregan
un hijo a Dios!
Emma
Díez Lobo
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