Mirad que realizo algo nuevo
El leccionario del domingo quinto de Cuaresma tiene carácter de síntesis del esfuerzo
cuaresmal: recuerda lo nuevo de la salvación traída por Jesús, un nuevo éxodo
que deja pequeño el primero que vivió el pueblo judío (1ª lectura). El nuevo
éxodo al Padre lo ha abierto Jesús, muriendo y resucitando, a quien tenemos que
seguir ahora apasionadamente, como hizo Pablo, renunciando al pecado (2ª
lectura), evitando toda hipocresía y deformación religiosa, como la de los
escribas y fariseos, y ofreciendo acogida y perdón a nuestros hermanos débiles
(Evangelio).
El objetivo de la Cuaresma es conseguir una buena
preparación para celebrar la Pascua de Jesús y nuestra participación en ella.
Esta se consigue por medio de dos metas
concretas: conocer mejor el don de Dios y conocer mejor nuestra participación
en él. A esta doble meta apunta unos de los actos de la Vigilia Pascua, que es
la renovación de las promesas bautismales, en la que renovamos nuestra fe en los
dones de Dios y renunciamos a todo aquello que nos impide recibirlos y cooperar
con ellos. La escena de Jesús, defendiendo y perdonando a la adúltera, proclama
que es el enviado del Dios de la vida, que ofrece el perdón y solo quiere
acoger a los pecadores y ofrecerles su amistad y la felicidad.
Por una parte, renovamos y agradecemos nuestra fe,
los ojos nuevos que Dios nos ha dado y que nos permiten ver la realidad con sus
ojos, aunque de forma oscura y junto a
ello el nuevo corazón que nos capacita para amar con su corazón. Ellos nos
capacitan para vivir una vida con sentido. Agradecemos que Dios es nuestro
creador y nuestro padre, de una manera especial, participando su vida. Somos
realmente hijos de Dios. Agradecemos la obra de Jesús, que se entregó por
nosotros y ha sido constituido Señor de cielos y tierra. El nos ha abierto el
camino que lleva al Padre y con ello a la plena felicidad. Agradecemos el don
del Espíritu Santo que ha divinizado ya ahora nuestra pobreza y nos ha
capacitado para ser de verdad hijos de Dios. Agradecemos formar parte de la
comunidad de los hijos de Dios reunida en la Iglesia. En esta familia hemos
recibido la fe, en ella se la alimenta y recibimos ánimo para caminar hacia la
plenitud de la vida eterna. En ella finalmente se nos concede el perdón de los
pecados. Agradecemos todos los dones del Dios de la vida que solo desea nuestra
plenitud y felicidad.
Por otra parte, se nos invita a renunciar al pecado
y a todo lo que sea mal, contrario al plan del Dios de la vida, como es la
corrupción, la violencia, la injusticia, la discriminación racial, la mentira, el
odio, y en general a todas las obras del egoísmo, la envidia, el orgullo, la
lujuria, la pereza, todo ello obra de Satanás. Esta última semana de Cuaresma
es una urgente invitación a examinar si nuestra vida está al servicio del Dios
de la vida o de Satanás y sus obras.
La Eucaristía es la
acción de gracias privilegiada que nos permite agradecer los dones recibidos y
pedir fuerzas para corresponder adecuadamente.
Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona
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