Hoy se nublaron los
cielos en Madrid, eran las 3 de la tarde cuando llegaba a mi casa después de
hacer las 7 visitas de Viernes Santo. Sí, pensé, es la hora de mi Vida eterna.
¡Por Dios Jesús!, no dejes que me lleven después de tanta tortura por mi causa…
Tú, me has liberado, me
has perdonado todo absolutamente, hasta las penas del Purgatorio con esa Puerta
Santa Misericordiosa. Si fuera por mí, llevaría un cojín y me sentaría debajo
del dintel de la puerta hasta noviembre; sin hablar, sin comer, sin oportunidad
de pecar y todo el día rezando por mis hermanos ¡Claro! confesando, Comulgando
y ¡hala! otra vez a la Puerta a pedir por los que han muerto en Ti, para que
salgan del sufrimiento.
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Ya no es Viernes sino
Domingo de Resurrección y por fin tienes el cuerpo sin laceraciones, sin el
pómulo hinchado y sin la marca de la lanza ni los clavos ¡Qué bestias, qué
gordos eran!
Soy feliz de verte Resucitado,
pero casi siempre te escenifican con imágenes en la Cruz y no hay manera de
descrucificarte, no es que lo intente con unos alicates delante de todo el
mundo… Sino porque no hay modo de frenar nuestras ofensas ¡Jesús!
Menos mal que hiciste
una alianza con el hombre, menos mal, porque si no, era para mandarnos a “freír
monas”… ¡Cuánta clemencia!
En el día de hoy, son tantos
Santos los que están contigo, que no sé a quién pedir que ore por mí para no
ofenderte y ahora, hasta mis padres terrenales por los que he pasado la Puerta
Santa. Cada vez son más y me armo tal lío que voy y se me olvidan, sólo os lo
pido a Ti y a tu Madre, pero recuérdamelos para que te quiten trabajo.
Hasta la próxima Semana
Santa, Jesús. Feliz Pascua desde la tierra y gracias por seguir bendiciéndonos con
tu Resurrección, Comunión de los Santos… Con todo.
Emma
Díez Lobo
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