la eucaristía,
misterio de amor y de unidad
La primera lectura ofrece un telón de fondo a la Eucaristía: es el memorial
de la Pascua. El memorial es una creación del AT que sólo es posible por
el poder de Dios: se trata de recordar un acontecimiento del pasado y a la vez
hacerlo presente para aprovecharse de sus virtualidades. De esta forma todas
las generaciones pueden participar de las grandes intervenciones de Dios en
favor de su pueblo. Ahora en Pascua se trata de actualizar la acción liberadora
de Dios, el paso de la esclavitud a la libertad y la creación del pueblo de
Dios. Es una fiesta de liberación y solidaridad. Jesús celebró este memorial
y le dio un sentido nuevo, de cumplimiento: ha llegado la hora de pasar de
este mundo al Padre (Evangelio) por su muerte y resurrección. Este es el
verdadero paso que libera y salva al
pueblo. Jesús quiso dejar un signo sacramental de esta realidad en la
Eucaristía. Los evangelios sinópticos y 1 Corintios (2 lectura) narran en este contexto la institución de la Eucaristía y el
mandato de celebrarla como verdadero memorial que sustituye al antiguo y
lleva a su perfección la solidaridad y liberación que significaba. En su lugar
san Juan (Evangelio) narra el lavatorio de los pies y el mandato de repetirlo.
Para Juan ambas realidades son equivalentes. La Eucaristía es presencia de la
muerte y resurrección de Jesús y equivale al lavatorio de pies, tarea de esclavos, que
Jesús realiza en favor nuestro. Por eso celebrar el memorial de la Eucaristía
implica en la vida de cada día unirse a Jesús que muere y resucita y esto se
tiene que traducir en el amor fraternal o lavatorio mutuo de pies.
Realmente en la Eucaristía está sacramentalmente presente Jesús en
acto de amar, es decir, entregándose totalmente por nosotros al Padre y
uniéndonos de esta forma en él. Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el
extremo. Esto significa que participar la Eucaristía es unirse a este
dinamismo de amor y de unidad, remedio que nos ayuda a combatir y neutralizar
las tendencias negativas existentes en nosotros y alimento que ayuda a crecer
en amor y unidad.
Hoy invita la Iglesia a la adoración de la Eucaristía, que sólo tiene
sentido como prolongación de lo que hacemos en la celebración de la misma:
ponerse en presencia de Jesús que se entrega al Padre y a nosotros y unirnos a
él con nuestra vida concreta adorando al Padre, dando gracias y pidiendo por
nosotros y los demás.
Hoy también recuerda la Iglesia el sacerdocio ministerial, instituido
por Jesús al servicio de la Eucaristía, que es su tarea fundamental, pues toda
su actividad se reduce a anunciar la palabra de Dios al pueblo para que
se una al sacrificio de Cristo, celebrar
el memorial del sacrificio, uniéndose a él junto con el pueblo, y ayudar a éste en la vivencia diaria
de este sacrificio.
Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona
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