cristo ha resucitado y
nosotros con él
La
Vigilia es la gran celebración de la resurrección de Jesús y de nuestra
participación en ella por el bautismo. Dada la riqueza de contenido y la
duración de la misma, parece que lo más
adecuado es una breve evocación de lo que significa la resurrección de Jesús,
objeto de enseñanza durante toda la Cuaresma, sirviéndose para ello de breves
moniciones antes de cada rito y lectura, y unas palabras que preparen a la
renovación del bautismo, con el que iniciamos nuestra participación en la
resurrección de Jesús.
La
celebración comienza con la proclamación de la resurrección bajo el símbolo de
la luz. La luz evoca una naturaleza especial, casi espiritual: es trasparente,
no se puede tocar, ilumina, da calor. Luz es iluminación y vida. Con este
símbolo Dios se presentó a Moisés sobre la zarza que no se consumía. La columna
de fuego encabezaba la caravana del pueblo israelita por el desierto camino de
la Tierra prometida. Ahora es símbolo de Cristo resucitado, que ha hecho
partícipe a la humanidad de nueva vida divina y guía a su Iglesia hacia la
Patria.
La
Vigilia está estructuraba básicamente sobre la tradición judía de las cuatro
noches, en que Dios actuó para transformar la tiniebla en luz, la angustia en
salvación, la esclavitud en liberación. La primera es la noche de la creación
en que Dios comenzó creando la luz y es un anuncio de la nueva creación por
Cristo resucitado, verdadera luz del mundo. La segunda es la noche de la
angustia de Abraham, dispuesto a ofrecer su hijo único, creyendo, sin ser
consciente de ello, que Dios podría resucitar a su hijo; Dios lo perdonó,
devolviendo la alegría a su padre y prometiéndole hacerlo padre de un gran
pueblo. Por ello es un anuncio del sacrificio de Cristo, “al que no perdonó” el
Padre (Rom 8,31), pero lo resucitó e hizo primogénito de los muertos y cabeza
de un gran pueblo. La tercera es la noche del paso del Mar Rojo, en que el
pueblo judío, indefenso y en peligro entre el ejército del faraón y el mar que
le cerraba el paso, fue liberado por Dios, pasando así de la esclavitud a la
libertad; fue un anuncio del paso liberador de Jesús de este mundo al Padre (Jn
13,1) y de nuestra participación en el mismo por el bautismo. Finalmente la
cuarta noche es la noche del Mesías, en que vendrá del cielo para instaurar el
Reino de Dios. Anuncio de la noche de la pasión y sepultura de Jesús, que Dios
transformó en plenitud de vida, resucitando a Jesús y sentándolo a su derecha,
a él y a toda la humanidad con la que se solidarizó y representaba, e instaurando
así su reino.
Toda
esta larga liturgia de la palabra culminará con la renovación de las promesas
bautismales. Primero se recuerda en la lectura de Romanos 6 lo que ha significa
el bautismo que hemos recibido. Después se invita a renovar conscientemente
todo lo que implica una vida de bautizados en la que hay que actualizar cada
día la muerte y resurrección de Jesús, haciendo realidad nuestra fe en Dios
Padre, en el Señor resucitado, en el Espíritu Santo y en la Iglesia, y, por
otra parte, renunciando a Satanás y al mundo del pecado.
Finalmente
en la liturgia sacrificial agradecemos al Padre la entrega de su Hijo y la vida
nueva que nos ha dado por medio de él y unimos nuestra vida a la de Cristo como
ofrenda viviente al Padre.
Rvdo.
D. Antonio Rodríguez Carmona
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