Me interesa Dios, su Madre y los Santos;
me interesa el purgatorio y el universo, la arqueología y la historia; me
interesan los niños, mayores y enfermos; me interesan los animales y las
plantas, el mar y los campos; me interesa La Biblia y los Hechos de los
apóstoles, los milagros y los representantes de Cristo; los desastres naturales,
de guerra, terrorismo o accidentes; me interesan los ejércitos y los héroes, la
política corrupta; me interesa Roma, Israel y la aldea sin nombre; la familia,
el trabajo, los amigos y la ciencia; me interesa el respeto y el pecado; me
interesa la música “country”, escribir, pintar, coser… Me interesa el que sufre
y llora.
Me interesa la oración, las almas
buenas y malas.
Pero no me preocupan los mercados,
tampoco los restaurantes ni las gentes adineradas; no la ropa, el calzado, los coches de “mil”
caballos o relojes extraordinarios; no me interesan las revistas, novelas o
programas “populares” de tv; no la tecnología ni las tertulias políticas; no me
interesa que el hogar brille como el oro ni los trajes de noche o abrigos de
pieles; no me interesan los “fondos” ni los brokers; ni las joyas, ni la moda
ni que en mi monedero haya de más; no me interesa oír barbaridades...
No me interesan las religiones ni el
pacto entre ellas, sólo la mía: la Católica, Apostólica y Romana.
No sé quien soy ante Dios, pero si sé
que con Él, las prioridades de mi vida son las que son.
Emma Díez Lobo
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