ABRAHÁN Y LA
ENFERMEDAD COMO ACONTECIMIENTO DE INCERTIDUMBRE Y DE FE (Gn. 11, 26 – 25,18)
El anuncio de
una enfermedad o el acompañamiento constante de ésta en la vida del hombre,
viene a resultar acontecimiento de incertidumbre, por una parte, mas, por otra,
circunstancia propicia para el encuentro y la intimidad con el Señor; por lo
tanto, el enfermo, tomando ocasión de un hecho aparentemente
desdichado, tiene la oportunidad de emprender un profundo viaje hacia la fe,
como ocurrió con Abrahán, como sucede con cada hombre que fiado de la Palabra
de Dios, se pone en camino.
Interesa en
este momento destacar dos aspectos de este personaje:
o Abrahán era politeísta, creía en muchos dioses como
era costumbre en su época.
o
Abrahán era un anciano fracasado porque no tenía hijos
ni una tierra donde ser enterrado
.
Si somos
sinceros con Dios y con nosotros mismos, deberemos reconocer que, como
Abrahán, también nosotros adoramos a otros dioses distintos del verdadero.
Como subraya el catecismo, la idolatría consiste en divinizar lo que no es
Dios, trátese del poder, del placer, del dinero, etc. ¿Quién no reconocerá
connotaciones “politeístas” en su corazón.
Abrahán es
posiblemente, la figura más existencial que aparece en la Escritura y, por
ello, resulta adecuado para iluminar cualquiera de las realidades existenciales
que puedan acontecer al hombre, ya sean de enfermedad, de sufrimiento o de
muerte.
Abrahán, como
cualquier hombre, buscaba la felicidad pero no la encontraba y ahora que ya es
anciano no descubre sentido a su vida. Tal vez quien lea estas líneas haya
tenido un experiencia similar. Toda la vida trabajando, luchando y ahora, de
pronto, se reconoce anciano, enfermo, solo, sin que sus hijos vengan a visitarle
y pensando si algo que ha hecho en su vida ha tenido sentido. En parecida
situación existencial se encontraba Abrahán cuando escucha en su interior una
voz que le invita a ponerse en camino, a dejarlo todo, a abandonar sus
seguridades, sin saber a donde ir, solo fiado de una palabra que le prometía
que le iba a dar ese hijo y esa tierra con los que había soñado. Es
decir, esa voz prometía a Abrahán que iba a dar sentido a su vida.
El camino que
emprende Abrahán es la fe. Porque la fe no es una especie de magia que
sobreviene de improviso sino que la fe es un recorrido, un camino. La
enfermedad es un billete especial para emprender este viaje de fe. Como
describe San Juan de la Cruz: “Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.”
San Pablo dirá
sobre Abrahán que esperó contra toda esperanza y no vaciló en su fe al
considerar su cuerpo ya sin vigor y el seno de Sara igualmente estéril. Abrahán
se puso en camino y al final de su vida, cuando vio con sus propios ojos que
Dios había cumplido sus promesas y en la ancianidad le había dado ese hijo y
esa tierra que anhelaba, Abrahán había dado el paso definitivo de su vida
partiendo de la religiosidad y alcanzando la fe. La enfermedad nos
impulsa así a una fe adulta, a abandonar las aparentes seguridades que nos
ofrece “el mundo” y emprender el camino de la fe abandonados y confiados en la
Palabra que nos invita a salir de nosotros mismos y nos promete dar sentido a
todo cuanto nos ocurre.
Raúl Gavín | Iglesia en Aragón /
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