El tiempo pascual es también el momento de las primeras comuniones
en la mayoría de parroquias. Quienes hemos celebrado y quienes celebran
las eucaristías y los responsables de la catequesis vivimos estas
celebraciones con gozo pero, a la vez, con preocupación y desazón.
Son celebraciones de gozo porque un gran número de niños, que se
han estado preparando durante la catequesis, empiezan a comulgar
y pueden participar plenamente en la Eucaristía. Ellos, en general,
están atentos y son conscientes de la importancia de este acto. Si se
han preparado bien y han organizado mínimamente la celebración,
la viven de verdad, tal como les corresponde a su edad.
Ciertamente,
la primera comunión ha de ser una fiesta, pero una fiesta cristiana.
Cuando se habla de la primera comunión hay que destacar sobre todo la
celebración de la Misa, el hecho de comulgar con Jesucristo, y no centrarse
tanto en la comida, los regalos, los vestidos… Decid a vuestro hijo o
hija, con vuestras propias palabras, que hacer la primera comunión es
un paso muy importante para su vida. Para la Iglesia, ya se les considera
con capacidad para empezar a comulgar. Ya conocen a Jesús, se sienten
queridos por él, saben cómo amarlo, y ahora lo podrán recibir en el pan
consagrado. Hacedles descubrir, también, que comulgar con Jesucristo
es un gran regalo, el mejor regalo.
Es muy importante
que los domingos previos a la primera comunión –si es que no lo hacéis
habitualmente– participéis en la Misa de la parroquia. Esto os ayudará
a conocer a las personas, el ambiente, los cantos, las plegarias, las
partes de la Misa.
Procurad rezar
con vuestro hijo o hija una oración breve los días antes de comulgar. Por
ejemplo: «Señor Jesús, amigo, de aquí unos días te podré recibir por primera
vez. Te quiero. Amén». Sobre todo, rezadla juntos.
Recordad que
vuestro comportamiento durante la celebración es fundamental. Si
vuestros hijos os ven atentos, participativos, ellos también lo estarán.
La preocupación
y la desazón se producen la mayoría de las veces por la participación
de familiares y otros invitados. Quizás algunos no acostumbran a
asistir a la celebración dominical de la Misa y, por lo tanto, no la entienden
ni la viven con una actitud participativa. De aquí el ruido, las conversaciones
y otras actitudes que dificultan el desarrollo de la celebración en
paz, serenidad y respeto. Por eso muchos sacerdotes sufren durante
estos actos, porque no pueden celebrar en las condiciones adecuadas.
Si invitáis a
familiares, manifestadles que se trata de una fiesta cristiana. Recordadles
que, en la iglesia, durante ese acto, hay que mantener actitudes de respeto
y de colaboración con los celebrantes. No ayuda nada que el padre u
otros catequistas tengan que pedir y rogar silencio para mantener el
ambiente adecuado, de manera que todo el mundo viva esos momentos debidamente.
Quienes hacen
la primera comunión ya saben que después de la primera viene la segunda,
la tercera… y la de cada domingo. También han aprendido que hay que confiar
más en Jesús, y que esto se tiene que notar en su comportamiento en
casa, en la escuela, con los amigos…
Los niños se
preparan mediante el sacramento del perdón, que, para vosotros, los
padres, también constituye una buena ocasión de participar en la celebración
de la penitencia, para confesaros. Quizás algunos tenéis dificultades:
hace tiempo que no habéis ido, no sabéis qué decir, como manifestar los
pecados, os provoca un cierto reparo y vergüenza… Que estas trabas
no os bloqueen; daos cuenta que este puede ser el mejor momento para experimentar
el perdón y la paz de Dios.
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona
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