sábado, 11 de julio de 2020

Domingo XV del Tiempo Ordinario



    Jesús nos habla hoy de un sembrador que esparce sus semillas por sus campos. 

    Unos estaban descuidados, con piedras, zarzas, hierbajos...etc., de forma que todo se secaba y echaba a perder. También menciona parcelas bien cuidadas que dieron fruto en abundancia. Nuestra alma es una parcela de Dios, pero como dice San Pablo, tenemos una fuerte inclinación al mal (Rm 7,15...), inclinación que provoca que nuestra parcela se convierta en un erial, en el que acumulamos, incongruencias, mediocridades, y rezos que, aunque uno se sepa el Evangelio de memoria, no se hacen para estar a gusto con Dios sino sólo para "cumplir", ¡como si esto le importase algo a Él!... en fin, demasiados abrojos y estorbos que anulan la posibilidad de dar fruto.. . 

    Y si esta es nuestra situación  nos preguntamos: ¿Para qué intentar  ser discípulos de Jesús... ¿Qué esperanza tenemos de llegar a serlo?.. La buena noticia es que nuestra esperanza es que como sucedió con Leví el publicano. (Lc 5,27-29) Jesús pasa a nuestro lado y nos dice: ¡Sígueme! Y nosotros, perplejos ante esta deferencia del Hijo de Dios, nos levantamos de la mesa, bazar de nuestros desperdicios, y le seguimos... Y al dar este paso nuestra alegría es tal, que "montamos" una Fiesta de nuestra casa. 



P. Antonio Pavía-Misionero Comboniano


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