Hoy Jesús nos habla del trigo y la cizaña.
Al crear
a Adán y a Eva Dios sembró buen trigo en sus corazones, simbolizado en el fruto
del árbol plantado en medio del jardín del Edén. Bien les iba a nuestros
primeros padres ese fruto que solo podía darles Dios, eran sus Palabras de
Vida. El cronista nos hace saber que todas las tardes Dios se encontraba con
ellos en su paseo por el Edén en la brisa de la tarde, indicándonos con esta
imagen la comunión íntima existente entre Dios y el hombre en general.
Demasiado
bello para que Satanás, el Envidioso y Enemigo del hombre por excelencia se
quedase con los brazos cruzados. Se acercó entonces a ellos y sembró en ellos
la cizaña, haciéndoles creer que alcanzarían la perfecta felicidad si alargando
la mano se hacían ellos con los frutos del Árbol de la Vida.
Y... ¿dónde está el problema? Pues en que si comemos
la Palabra de Vida de las manos de Dios la comemos tal y como es, mientras que
si somos nosotros los que las cogemos, el afán posesivo de nuestras manos
amasan la Palabra hasta convertirla en palabritas que concuerdan con nuestra
mediocridad… y es tal la Mentira que se adueña de nuestro corazón, que al igual
que Eva, llamamos a estas palabritas insulsas: La Gran Sabiduría. (GN 3,6).
Compadecido Dios de tanta necedad…y encima encumbrada, envío su Trigo, su
Palabra entre nosotros: ¡Jesús!, a quien la Necedad encumbrada levantó en la
Cruz.
El Trigo
está entre nosotros, se llama Evangelio. Los amantes de la Verdad buscan el
Rostro de Dios entre sus páginas... y lo encuentran.
P. Antonio Pavía -Misionero Comboniano-
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