sábado, 18 de julio de 2020

Domingo XVI T.O.


Hoy Jesús nos habla del trigo y la cizaña.

Al crear a Adán y a Eva Dios sembró buen trigo en sus corazones, simbolizado en el fruto del árbol plantado en medio del jardín del Edén. Bien les iba a nuestros primeros padres ese fruto que solo podía darles Dios, eran sus Palabras de Vida. El cronista nos hace saber que todas las tardes Dios se encontraba con ellos en su paseo por el Edén en la brisa de la tarde, indicándonos con esta imagen la comunión íntima existente entre Dios y el hombre en general.

Demasiado bello para que Satanás, el Envidioso y Enemigo del hombre por excelencia se quedase con los brazos cruzados. Se acercó entonces a ellos y sembró en ellos la cizaña, haciéndoles creer que alcanzarían la perfecta felicidad si alargando la mano se hacían ellos con los frutos del Árbol de la Vida.

 Y... ¿dónde está el problema? Pues en que si comemos la Palabra de Vida de las manos de Dios la comemos tal y como es, mientras que si somos nosotros los que las cogemos, el afán posesivo de nuestras manos amasan la Palabra hasta convertirla en palabritas que concuerdan con nuestra mediocridad… y es tal la Mentira que se adueña de nuestro corazón, que al igual que Eva, llamamos a estas palabritas insulsas: La Gran Sabiduría. (GN 3,6). Compadecido Dios de tanta necedad…y encima encumbrada, envío su Trigo, su Palabra entre nosotros: ¡Jesús!, a quien la Necedad encumbrada levantó en la Cruz.

El Trigo está entre nosotros, se llama Evangelio. Los amantes de la Verdad buscan el Rostro de Dios entre sus páginas... y lo encuentran. 



P. Antonio Pavía -Misionero Comboniano- 


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