La
festividad del Apóstol Santiago nos recuerda que él fue nuestro padre en la fe.
Así lo dice la tradición cristiana, que Santiago estuvo en España y aquí
anunció al Señor, sembró la semilla de la fe y nos ofreció la Buena Noticia de
la salvación de Señor.
Encargado
de esta misión, la cumplió a la perfección y fue capaz de ser testigo de
Cristo hasta la muerte por defender su fe.
Celebrar
la festividad de Santiago Apóstol hoy nos trae al recuerdo la España de la fe,
la tierra abierta al mensaje en Jesús, que por la palabra y el testimonio del
Apóstol Santiago, se convirtió en un modelo de nación creyente y cristiana.
Es
esta una realidad que contrasta con la situación actual que estamos viviendo en
nuestra sociedad española respecto a la fe. En ella el laicismo se ha
instalado hasta los más recónditos rincones de la misma, y parece que la fe y
la presencia de Dios, que otro tiempo fue tan brillante en nuestras tierras
hoy no se valora, siendo así que ni su cultura, ni su historia española, puede
entenderse sin esa referencia a Dios y a la fe.
No
se trata solo de recordar tiempos pasados, ni añorar los mismos, pero sí de
reconocer nuestras raíces, de recordar que nuestra nación fue un lugar donde
los valores del evangelio tuvieron cabida y se desarrollaron fuertemente, y
nuestra gente los vivió profundamente, y fueron algo esencial para ellos Cómo
no recordar a aquellas familias en las que se respiraba un ambiente creyente
y cristiano, en el que los padres transmitían a sus hijos los valores
cristianos como la mejor herencia que podrían dejarnos, en las que rezaban
juntos, y Dios tenía un puesto realmente relevante en ellas.
Cómo
no recordar la vivencia cristiana de nuestros abuelos, de nuestros padres, que
en todo momento tenían presente a Dios y los valores cristianos era la norma
principal por la que regían sus vidas.
Los
tiempos han cambiado, por desgracia, y hemos llegado a esta realidad actual en
la que se quiere borrar todo vestigio de fe, de Dios y de actitudes creyentes.
Hemos
pasado de una situación en la que los españoles iban a tierras de misión para
cumplir el encargo de Jesús de «predicar a todas las naciones el mensaje de
salvación» (Mc 16, 15); a otra muy distinta, en las que las vocaciones de
entrega al servicio del evangelio atraviesan por una verdadera y dura sequía,
porque no son rentables.
Hoy
necesitamos que otros vengan a recordarnos lo que fuimos, para que sepamos
valorar la fe en Jesús, porque:
Las
familias han dejado de ser cristianas, en ellas no hay sitio para Dios y su
mensaje, preocupadas únicamente por lo material. Los padres ya no son
transmisores de fe para sus hijos, porque ya no tienen punto de referencia en
sus propias familias, de las que viene cada uno de los que forman el matrimonio.
Preocupan muchas cosas y existe una despreocupación y falta de valoración por
todo lo que suene a fe, religión y Dios.
Fuimos
evangelizados por Santiago. Lo mismo que él, con su predicación y testimonio,
logró sembrar la semilla de la fe entre nosotros, también nosotros estamos
llamados a hacer hoy testigos de Jesús en medio del mundo.
El
momento actual es para nosotros el mejor de los momentos de evangelizarnos y
evangelizar. Y es el mejor porque es el único que tenemos: el pasado ya pasó y
el futuro no sabemos cómo será, nos queda solo el presente, y en él hemos de
hacer realidad el encargo del Señor de ser sus testigos.
La
evangelización de nuestro mundo depende de todos. Todos debemos sentirnos
responsables y todos tenemos algo muy importante que aportar.
Que
Santiago Apóstol nos ilumine en la tarea evangelizadora, para que todos sepamos
cumplir con la parte que nos corresponde.
+
Gerardo Melgar
Obispo
de Ciudad Real
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