Una heroica
historia de devoción
mariana y espiritual que ha logrado superar algunas pequeñas adversidades, pero ahí está nuestro prestigioso boletín y la
edición del libro.
La Hermandad de la Virgen del Mar,
en Madrid, nació hace 60 años y ha permanecido en la historia gracias a la
fidelidad y a su carisma mariano sustentado por las raíces de aquellos hermanos
fundadores, que han sido siempre nuestro espejo y que nos han permitido
perseverar y persistir durante este medio siglo y 10 años más, los suficientes
para estar celebrando este significativo sexagésimo aniversario.
Una
heroica historia de devoción mariana y espiritual que ha logrado superar
algunas pequeñas adversidades, pero ahí está nuestro prestigioso boletín y la
edición del libro, con motivo de los 50 años, que narra nuestra Historia y dan
fe de ello.
Para un
servidor, redactar sobre la Hermandad de la Virgen del Mar, en Madrid, sería
referirme una vez más a lo ya escrito, que para mí fue una gran oportunidad de
investigación, de gratitud y de acción de gracias, pues me beneficié de tanto
don y presencia aportada por la Santísima Virgen María, en su advocación del
Mar. Nuestros fundadores y siguientes hermanos nos dejaron tantas menciones
explicitas de su devoción, espiritualidad, sensibilidad e inolvidables
acontecimientos de hermandad, prevaleciendo siempre el aspecto mariano y el
amor a nuestra querida tierra almeriense que propició y propicia un ambiente de
auténtica fraternidad.
Pero lo
que sí puedo y debo es dirigirme a nuestra Patrona la Virgen del Mar, que es un
misterio de gracia y una historia de fe, y me complace saludarla de un modo muy
especial y como un signo de gran interés por todo lo que anima la vida religiosa
y mariana de esta ya muy longeva y sexagenaria Hermandad, fundada por
almerienses para robustecer el espíritu de nuestra distinguida piedad mariana,
devoción que forma parte del rico patrimonio espiritual del pueblo almeriense.
¡Salve
Madre, Virgen del Mar, en la tierra de tus amores: Almería, Barcelona, Sevilla
y Madrid y la de todos tus hijos repartidos por el mundo!
Dios te
Salve, Virgen María, causa de nuestra alegría. Luz de la tierra almeriense.
Alba de Dios... Agua donde las almas se miran, manantial, fuente y brisa en la
brisa. Dios te salve María, Madre de Dios, por Ti las olas del mar, ya
aplacadas y sedadas, nos trajeron con gozo y suavidad tu presencia entre
nosotros.
La Virgen
del Mar, Almería y un almeriense muy mariano, valores que me hacen profesar
amores que no se doblegan, son fuente de renovación de alabanzas a la Madre de
Dios.
Tomando
como base las palabras del Magníficat, escribir de la Virgen es, ante todo, un
acto de obediencia a la voluntad del Eterno, una manera de recordar sus
maravillas y de celebrar su gloria. Tu nombre es Miriam.
El eco de
tu nombre ultrapasa los confines del mundo. Cada pueblo lo dice con
acentos diversos repletos de ternura. Cumplen así la profecía que en casa
de Isabel resonó en las montañas: “Todos los pueblos me llamarán bendita”.
Tu
cántico fue música al oído y para el vientre danza. Pregunto por tu
nombre, tu nombre diminuto que en un solo golpe de voz podría
pronunciarlo. Pero Tú tardarás tanto en responderme… Porque, pequeño, a la
vez es tan grande que tendrás que susurrarlo de infinitas maneras.
Es como
un arco iris que brilla cuando la lluvia pasa y con su inmensa curva abraza el
horizonte, con el espectro sutil de todos los colores. Así también tu
nombre, en cada meridiano, lo escucho decir con ternura indecible y en mi oído
convoca nuevamente a la danza.
Por
detrás de las palabras, tantísimas, que designan tu nombre, Te escondes sola,
inconfundible y única. Suena tu nombre a mar. A pleamar diría. Tal
vez por eso, nos deja entre los labios el gusto de la sal que abandonan las
olas. Al decirlo, se iluminan los ojos.
Cuando
alguien balbuciente Te llama, se encienden las estrellas y la noche adquiere
luz de plenilunio. Reverberas la intensa claridad de un sol que tras de Ti se
esconde, pero en Ti se adivina.
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