sábado, 10 de abril de 2021

Domingo II de Pascua

 

Tomás, ¿Un caso perdido?

 Jesús Resucitado se aparece a los Apóstoles que amedrentados están encerrados en el Cenáculo. La Alegría y la Paz que Jesús les ha dado son inenarrables. Falta Tomás. Por más que le insisten en que  han visto a Jesús resucitado se cierra en banda y hasta se permite una nota infantil y de mal gusto: ¡Tengo que ver y tocar sus heridas!

 Jesús que es el Buen Pastor, aparca la necedad de Tomás y va a su encuentro. ¡¡Cómo sobrepasa Jesús nuestro concepto de méritos y deméritos!! A Jesús no le importa la tozudez de este hombre, le importa rescatarle de sí mismo, de la maraña que su mente cerrada a la Transcendencia le amordaza. Jesús no va a dejarle en la cuneta y más teniendo en cuenta que un día le llamo y él le siguió; va a su encuentro le mira a los ojos... entonces el apóstol, libre para mirarle más allá de su figura humana, proclamó: ¡¡Señor mío y Dios mío!!

 Es la más contundente y precisa proclamación de fe en la Divinidad de Jesús que encontramos en los Evangelios. No la proclamó el Discípulo Amado, ni Pedro, ni cualquiera más cualificado sino él, el caprichoso y tozudo. ¿Algún día nos convenceremos de que el Hijo de Dios puede y quiere hacer maravillas en nosotros… tan cercanos a veces a Tomás en infantilismos y cabezonerías?


P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

 

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