Tomás,
¿Un caso perdido?
Jesús Resucitado se aparece
a los Apóstoles que amedrentados están encerrados en el Cenáculo. La Alegría y
la Paz que Jesús les ha dado son inenarrables. Falta Tomás. Por más que le
insisten en que han visto a Jesús resucitado se cierra en banda y hasta se
permite una nota infantil y de mal gusto: ¡Tengo que ver y tocar sus heridas!
Jesús que es el Buen
Pastor, aparca la necedad de Tomás y va a su encuentro. ¡¡Cómo sobrepasa Jesús
nuestro concepto de méritos y deméritos!! A Jesús no le importa la tozudez de
este hombre, le importa rescatarle de sí mismo, de la maraña que su mente
cerrada a la Transcendencia le amordaza. Jesús no va a dejarle en la cuneta y
más teniendo en cuenta que un día le llamo y él le siguió; va a su encuentro le
mira a los ojos... entonces el apóstol, libre para mirarle más allá de su
figura humana, proclamó: ¡¡Señor mío y Dios mío!!
Es la más contundente y
precisa proclamación de fe en la Divinidad de Jesús que encontramos en los
Evangelios. No la proclamó el Discípulo Amado, ni Pedro, ni cualquiera más
cualificado sino él, el caprichoso y tozudo. ¿Algún día nos convenceremos de
que el Hijo de Dios puede y quiere hacer maravillas en nosotros… tan cercanos a
veces a Tomás en infantilismos y cabezonerías?
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com
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