Tanto que agradecer, aunque no lo creáis, que no podríamos enumerar las gracias de Dios. Ahora que van pasando los años, me doy cuenta, observo y apunto. No caben en la agenda... Y no por excelentes vidas, al menos no la mía, sino porque todavía tenemos ganas de reír a pesar...
Que la salud no funciona ¡La cabeza sí!;
que hay brutal escasez y no puedes comer carne ni pescado ¡Siempre habrá
lentejas!; que te has quedado sin pareja ¡Encontrarás a personas que te escuchen!;
que tienes que trabajar después de jubilado ¡Podrás pagar la comunidad!; que no
te puedes ir de “vacas” ¡Ducha fresquita, ropa de algodón y bajo la sombra de un
árbol disfrutar del verde con libro o sin él!; que tienes que vender tus recuerdos
más queridos ¡Menos carga para los que quedan!
Las “mercedes” (palabra troglodita) son
muchas pues solo el hecho de que todo lo relatado -es mi situación como la de
muchos- no nos atrape ni estanque, es una gracia inmensa.
Además tenemos cantidad de “cosas” para
deleitarnos, desde recoger flores silvestres a comerte museos... La familia nos
ama, los amigos nos aprecian, las oraciones nos alientan y el aire sigue existiendo.
Yo me siento compensada -la “mascarilla Covid” no afecta-.
Solo pido a Dios que devuelva la Paz a los
que la hayan perdido por tanto sufrimiento y en sus manos pongo a mi familia aunque
ellos no lo sepan.
Por tanto y por todo, solo me queda que
agradecer ¡GRACIAS!
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