viernes, 2 de abril de 2021

El dolor de María

 


                                                                                            

Qué consternación para una Madre ver el sufrimiento de un Hijo inocente a un nivel de tortura y humillación inexplicables. Un tiempo eterno de angustia, ansiedad y dolor terribles.

En un pensamiento puse la cara de mi hijo en la situación de Jesús y un escalofrío recorrió mi cuerpo, mis lágrimas saltaron al instante. Ponerse en el lugar de María  es sentir su dolor por décimas de segundo y en verdad, no sé cómo pudo llegar hasta el final; Dios debió mantenerla en sus brazos... Seguro que si hubiera podido, habría cambiado su vida por la de su Hijo.

La semana Santa es dura, a la vez que de extremo agradecimiento. Un angustioso Calvario que debemos imaginar y meditar, porque si no lo hacemos es como si aquél día nunca hubiera existido.

Cada lágrima de María, cada paso de Jesús por la Vía Dolorosa fueron exclusivamente por nuestra salvación. Pero algunos dicen que “no va con ellos” y  andan “jugando al parchís”... No importa (sí importa) porque el Crucificado y el dolor de su Madre están por todas partes; no hay 100 metros cuadrados donde no haya una estampa, una cruz en un pecho, una imagen o una Iglesia abierta.

Da igual, que jueguen a lo que quieran, María sigue ahí y Dios, es lo que tiene, continua siendo ese Gran erre que erre, que a mí me encanta.

María, si pudiéramos trasladarnos a aquél día, no veas la que montamos... Para nada ¡Claro!, recuerdo a Miguel Ángel Blanco, asesinado, a pesar de millones de manos blancas que quisimos impedirlo...  

Emma Díez Lobo

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