La misericordia de Dios es
muy concreta y todos estamos llamados a experimentarla en primera persona. A la
edad de diecisiete años, un día en que tenía que salir con mis amigos, decidí
pasar primero por una iglesia. Allí me encontré con un sacerdote que me inspiró
una confianza especial, de modo que sentí el deseo de abrir mi corazón en la
Confesión.
¡Aquel encuentro me cambió la vida!
Descubrí que cuando abrimos el
corazón con humildad y transparencia, podemos contemplar de modo muy concreto
la misericordia de Dios. Tuve la certeza que en la persona de aquel sacerdote
Dios me estaba esperando, antes de que yo diera el primer paso para ir a la
iglesia. Nosotros le buscamos, pero es Él quien siempre se nos adelanta, desde
siempre nos busca y es el primero que nos encuentra.
Quizás alguno de ustedes
tiene un peso en el corazón y piensa: He hecho esto, he hecho aquello… ¡No
teman! ¡Él les espera! Él es padre: ¡siempre nos espera! ¡Qué hermoso es
encontrar en el sacramento de la Reconciliación el abrazo misericordioso del
Padre, descubrir el confesionario como lugar de la Misericordia, dejarse tocar
por este amor misericordioso del Señor que siempre nos perdona!»
Del mensaje del Papa
Francisco para la JMJ de Cracovia
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