miércoles, 20 de julio de 2016

Matrimonio


«La primera cosa que se debe tener en cuenta es que el matrimonio no puede dar la felicidad perfecta, ni nada parecido aquí en la Tierra. El propósito no es dar a los esposos esa felicidad, sino madurarlos para ella.

 «En todo lo de aquí, en la Tierra, Dios está intentando enseñarnos a amar. El matrimonio es una de las más intensivas escuelas de amor, donde Dios quiere entrenar a muchos.

«La felicidad exige un esfuerzo. Cuando una persona casada, en dificultades, se permite pensar: "Conseguiré el divorcio y me casaré con otro hombre u otra mujer, porque seré más feliz con él o con ella", está diciendo en realidad: "Mi felicidad depende de que no se me pida demasiado. Seré feliz sólo si no tengo que hacer mucho esfuerzo para amar".

«La persona que escoge pensar así nunca puede ser feliz, porque la felicidad es una consecuencia de darse, como dicen los Hechos de los Apóstoles (20, 35): "Hay más felicidad en dar que en recibir".

«La felicidad no es posible ni dentro ni fuera del matrimonio para aquella persona que está determinada a conseguir más de lo que él o ella esté dispuesto a dar.

«El sacramento del Matrimonio da especiales gracias a una pareja para perseverar en la misión de cuidar el uno del otro y de los hijos. Ser negligentes con el sacramento puede obstaculizar esa felicidad.

«El matrimonio es un sacramento que se recibe una vez, pero para ser fiel se necesita invocar la gracia del sacramento constantemente».




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