A medida que van pasando los años, voy cayendo más en cuenta de lo
que no es oración. No es pensar, no es tener grandes
sentimientos, ni experiencias místicas… aunque a veces sea algo de eso.
Últimamente para mí en la oración cobra mucha fuerza simplemente el ESTAR. Y me
viene a la cabeza el emotivo cuento de LA SILLA VACÍA que
muchos conoceréis
“José, esto de la oración
es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como
te sugiero que lo hagas… te sientas en una silla y colocas otra silla vacía
enfrente de ti, luego con fe miras a Jesús sentado delante de ti. No
es algo alocado hacerlo pues Él nos dijo: “Yo estaré siempre con vosotros” Por
lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo
conmigo ahora mismo.
Así lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos
horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver
mi hija pues me internaría de inmediato en un Psiquiátrico.
El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que
era muy bueno lo que había estado haciendo y que no cesara de hacerlo.”
Conversar con Dios, sencillamente. Estar con fe y amor. Con un Tú familiar,
amigo, pero también el Otro, siempre mayor que yo, que me sostiene, que me
acompaña y me recrea continuamente, me escucha, me acoge como soy… y conversar
de todo lo que llevo entre manos y en el corazón. Aunque dudemos de que nos
escuche, Él lo hace, porque es un Dios comprometido con la suerte de sus hijos.
Algo así nos dice Mt 6,6: “Cuando vayas a rezar, entra en tu habitación y
ora a tu Padre que ve en lo escondido”. Si sale hablar con él habla, si sale
callar, calla, si gritar angustiada, grita… es orar con el sentimiento
de UNA PRESENCIA VIVA. Estar. Como nos sale de dentro cuando estamos
con alguien que nos quiere. No hace falta hacer grandes cosas, se está bien,
solo estando. ¿O es que me pasa solo a mí?
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