Yo
no puedo enjuagar sus pies con mis lágrimas ni ungir su pelo con mis manos, pero
sí sé que orando y cumpliendo su Ley, Le estoy acariciando el Corazón.
Cumplir
o la eterna lucha del católico. La batalla que hay que ganar milímetro a
milímetro ¿Cómo?, pues nada fácil.
Cuando
comienzas a hablar de alguien, necesitas saber que es hijo de Dios…
¿Le miramos así? Nuestro comentario o crítica sería muy diferente.
Cuando
conoces la necesidad ajena ¿Le ves como a tu hermano en necesidad?,
¡Qué se lo pregunten a los políticos!, en verdad que no…
Cuando
una persona con maldad blasfema, se ríe de ti… ¿Rezamos por él?, ¡ni de broma! (se
nos olvida).
Cuando
haces algo que te enorgullece, ¿lo sabe tu mano izquierda?... Pues
sí.
¿Hablas
con Dios en privado de tu problema? O coges e teléfono y se
lo cuentas a tu amiga que te escucha… Lo más normal del mundo (a Dios rezo y
pido consuelo, pero hablar, lo que se dice hablar… Eso le pasaba a Sor Faustina
K.).
Cuando
has tenido dinero, ¿Has pensado en los demás?... Primero “El Corte Inglés”,
después, una buena merluza en salsa… Panamá… No se comparte mucho, no.
¿Tergiversamos
a veces las cosas para no ser “atacados” si hemos cometido un error?...
Pues va a ser que sí.
Nos
defendemos diciendo “lo hice porque…” ¿Para “liberarnos” de nuestra actitud?
Siempre o casi siempre.
Pues
como esto, todo. Por eso hay que hacer las cosas con lentitud, pensando en
cumplir la Ley. Yo os digo que poco a poco y con la Gracia, se puede. Son
muchos detalles al cabo del día en que no damos ¡ni una!
Amigos,
hasta otra y pensad antes de hablar o actuar, tenemos normas que cumplir.
Emma Díez Lobo
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