Carta a los diocesanos con
motivo de la presentación de la Memoria de Caritas 2015.
Queridos
diocesanos:
Se ha presentado estos días atrás la «Memoria de Caritas de Almería
2015», y quiero aprovechar las reflexiones que hice a ruego del
Director y como presentación de la Memoria. Cualquiera puede ver lo que se
puede hacer con millón y medio de euros, que salen de nuestros bolsillos sin
que vayan a parar a otros por el camino. Es urgente felicitar agradecidos al
equipo directivo y al voluntariado de Caritas Diocesana y de las delegaciones
parroquiales; y después de la felicitación, hacer algunas consideraciones que
quisiera dar a conocer a todos los diocesanos en esta carta.
La primera consideración, atendiendo a los datos que
la Memoria ofrece, me la ofrecen las delegaciones parroquiales que
han presentado a tiempo sus datos. La Memoria de Caritas 2015 cuenta a esta
fecha con los datos ofrecidos por 64 delegaciones parroquiales, que
significa que han de añadirse todavía los datos de las delegaciones que hasta
el presente no han podido presentarlos. Hay que tener en cuenta que el
voluntariado de algunas parroquias son personas sacrificadas y generosas, pero que
a veces no pueden llegar a todo, ya porque no disponen del tiempo necesario
para cumplir con todo el cometido de Caritas, ya porque a veces falta una
presencia continuada de los sacerdotes que tienen a su cargo varias parroquias
al mismo tiempo, multiplicando su ministerio como mejor pueden hacerlo. Lo
importante es caer en la cuenta de que los datos sólo son los que salen de los
informes preparados hasta la fecha, y hay otros que podrían acrecentar algo más
la imagen de las actividades de Caritas en algunos miles de euros más,
dedicados a atenciones a favor de los necesitados que se cubren con donativos que se convierten en amor cotidiano aunque no se
note porque quedarán anónimos. Se cumple así la palabra del
Señor: «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha» (Mt 6,3).
Una segunda consideración me la sugiere la
«Información socio-laboral» que la Memoria recoge, porque el Centro de Formación «San Francisco de Asís», que
recientemente pusimos en marcha, produce sus resultados, que son verdaderamente
alentadores: los cursos de comercio, limpieza de edificios y empleo doméstico
han tenido una afluencia de participantes notable en su conjunto, lo que nos
anima a pensar que al menos algunas personas podrán entrar en el mercado de
trabajo y encontrar empleo. Gracias a los talleres pre-ocupacionales y
a los cursos de formación para la reinserción laboral se
aligera la difícil tarea de encontrar empleo digno, a la que asimismo ayudan
los once Servicios de Información Socio-laboral (SIOS) que
funcionan en otras tantas parroquias.
Caritas no puede suplir lo que ha de ser resultado del dinamismo económico
de una sociedad desarrollada, pero sí colaborar, aun de forma modesta, a
dinamizar el empleo en situaciones de crisis. A esto sirve la programación
socio-laboral de Caritas y el compromiso del voluntariado. Cuando abríamos la
«Tienda Koopera» de ropa de segunda mano, que forma parte del programa de
transformación de tejidos de los depósitos de ropa de Caritas, nos habíamos
propuesto el siguiente objetivo: dar cauce a una actividad
industrial que genera empleo y dignifica la cooperación de la persona con su
propia promoción social. Es éste un factor principal del proceso de
producción, en definitiva, de la economía: la colaboración con la propia
promoción humana gracias a la voluntad de mejorar de las personas. Esta mejora
se ha de concebir siempre al servicio de la persona, de su dignidad, como viene
insistiendo permanentemente el magisterio social de la Iglesia.
La solidaridad
emerge de la fraternidad de los hombres que reconocen su común origen en Dios,
pero por sí sola la solidaridad no daría resultados efectivos que
salvaguarden la dignidad humana, si cada uno no se convierte en defensor de su
propia dignidad. Es decir, si para hacer valer su dignidad, no pone en juego
sus facultades y habilidades para el logro de la propia promoción. Cada hombre
y cada mujer están llamados a realizar su vocación, superando la pasión por el
tener y poseer bienes mediante la afirmación continuada del propio «ser». Algo
que se obtiene como resultado de la entrega de sí mismo al logro del bienestar
que reclama su dignidad y mira al bien común.
Así planteadas las cosas, se ha de tener presente que, en para poner en
acción la vocación humana al desarrollo personal, está el trabajo como medio de realización personal y social.
Por eso, cuando falta el trabajo se pone en peligro la realización de la
persona y el mantenimiento de su propia dignidad. Se comprenderá que, en
verdad, la opción preferencial de la Iglesia por los pobres, siguiendo el
ejemplo de Jesús, sea «una opción o forma especial de primacía en el
ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición
de la Iglesia»[1]. Una tercera y última consideración
que me sugiere la Memoria de Caritas es la misma condición eclesial de
Caritas, ya que los datos que se nos presentan en ella son el resultado de la
fe que alienta todo el compromiso de Caritas y sus proyectos. Es necesario
considerar, en efecto, una vez más que es inseparable la acción de Caritas del
permanente cultivo de la espiritualidad cristiana que alimenta cuanto pone en
obra. Lo decíamos los obispos españoles justamente el pasado año, el mismo que
recoge la Memoria, invitando a todos los fieles de nuestras Iglesias diocesanas
a «cultivar una sólida espiritualidad que dé consistencia y sentido a nuestro
compromiso social»[2].
Hemos de recordar lo que escribía el papa Benedicto XVI, en su encíclica
social Caritas in veritate, y subrayaba con gran énfasis: «La
caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida
terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza
impulsora del auténtico desarrollo de la persona y de toda la humanidad»[3]. Es decir, la caridad hunde sus raíces en
la fe en Dios y no cabe contraponer la promoción de la justicia a la fe y al
cultivo de la espiritualidad cristiana, porque la caridad es nutrida por la,
que alienta la esperanza de alcanzar un mundo mejor.
En este Año Santo de la Misericordia, nos
lo recuerda el Papa Francisco, al invitarnos a ser imitadores de Dios y, de
este modo, a ser «misericordiosos como el Padre». La
misericordia divina no sólo compadece, sino que lleva la compasión al
levantamiento del hombre de su pecado y postración. La misericordia es amor que
redime de la exclusión y la marginación, amor solidario e integrador, amor
liberador de sanación que promueve y restaura la dignidad ofendida y, tantas
veces, perdida. La labor de Caritas es la de contribuir a que las necesidades concretas del prójimo encuentren
solución posible, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien ante la multitud de
personas que le seguían, «a causa de este amor compasivo curó a los enfermos
que le presentaban y con pocos panes y peces calmó el hambre de grandes multitudes.
Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia,
con la cual leía el corazón de sus interlocutores y respondía a sus necesidades
más reales»[4].
Invito, por esto, a todos cuantos trabajan en Caritas al servicio de los
necesitados, y a las comunidades parroquiales que sostienen su labor, a
alimentar firmemente su compromiso con la acción de caridad cristiana,
siguiendo el ejemplo del Señor. La caridad verdadera se alimenta de la caridad
de Dios, «porque Dios es amor» (1 Jn 4,8).
Con mi afecto y
bendición.
+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería
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