La oración es fundamental en la vida cristiana
Este domingo y el siguiente los
evangelios hablan de la oración. Para evitar repeticiones, éste está dedicado a
la importancia y necesidad de la oración, especialmente en contexto
eucarístico, y el siguiente, a su contenido.
El
episodio de Marta y María no quiere contraponer en absoluto vida activa y
contemplativa. Viene inmediatamente después de la parábola del Buen Samaritano,
en la que se nos pide a todos hacernos
cercanos del necesitado y por ello, de diferentes formas, implicados en la
vida activa. Lo que se critica es una dedicación a la vida activa que impida
estar con Jesús, que es lo principal. Es importante trabajar para Jesús, pero
esto debe ser consecuencia de una amistad y relación personal con él, que es lo
importante. La oración es el tiempo especial de relación con Jesús y por él con
Dios, nuestro padre. No basta decir que yo trabajo pensando en Jesús; eso está
bien, pero no excluye el rato de soledad íntima con él, como no le basta a un
padre trabajar para su familia pensando en ella y por ello procura tener
tiempos especiales de trato íntimo con su esposa e hijos. Por eso hoy se
critican las condiciones de trabajo que impiden o dificultan la vida familiar.
En esta misma línea el episodio
de Marta y María invita a programar de tal forma la vida que siempre quede a
salvo la relación inmediata y directa con Jesús en la oración. Hay que trabajar
por el reino de Dios, pero en definitiva, “Si el Señor no construye la casa, en
vano trabajan los albañiles, si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan
los centinelas...” (Sal 127,1)
El
creyente es peregrino siempre en camino. Pero no se trata de andar por andar
sino de recorrer el camino querido por Dios Padre haciendo su voluntad, ayudado
con la luz y fuerza del Espíritu Santo. Y esto exige estar siempre conectados
con el Padre. La oración tiene una función análoga a los GPS , que, por una
parte, van indicando el camino correcto hacia la meta desde el punto concreto
en que se encuentra el automóvil, pero, por otra, exigen estar siempre
conectados y escuchando. San Lucas en su doble obra –Evangelio y Hechos de los
Apóstoles- presenta a Jesús y la Iglesia primitiva como modelos de oración. Jesús
comienza su ministerio, en el bautismo, orando; en contexto de oración supera
la tentación; durante su ministerio pasa largos ratos de la noche en oración, normalmente
siempre que va a realizar algo importante, como la elección de los Doce o
cuando les pregunta sobre su identidad, pero especialmente antes de su pasión.
Orar
es un tú a tú con un amigo para tratar de cuestiones comunes. Esto implica
primero conectar con quien queremos
hablar, igual que hacemos con el teléfono cuando queremos hablar con alguno.
Podemos conectar con Dios, nuestro
padre, directamente, o por medio de Jesús, que es el mediador necesario y todo
trato con él nos lleva al Padre. En esta tarea es importante que pidamos la
ayuda del Espíritu Santo, pues sin ella es imposible la oración. Una vez
conectados, debe comenzar un diálogo animado por el amor en que se habla de
agradecimiento por los beneficios recibidos, se exponen nuestros deseos y
dificultades y se pide por los problemas presentes. Como en todo diálogo, hay
que hablar y escuchar y esto último exige silencio de escucha. Por eso no hay
que estar todo el tiempo hablando, hace falta ratos de silencio para acoger lo
que se nos dice de varias maneras, como puede ser comprender y convencerse de
la verdad de una frase del evangelio o de un consejo recibido o de un paso que
estamos pensando dar... El Señor siempre responde, a veces su mismo silencio es
respuesta que nos educa en la gratuidad. Naturalmente este diálogo se realiza
en la oscuridad de la fe. La oración es una exigencia de la fe y solo tiene sentido
dentro de ella.
Oramos
como miembros de la familia de Dios, en primera persona del plural, solidarios
con todos los miembros de la Iglesia, pues Jesús nos enseñó a orar diciendo
Padre nuestro, no Padre mío.
La oración del discípulo debe ser
eclesial. La celebración de la
Eucaristía es la máxima expresión de la oración eclesial, por lo que es
importante que nos entrenemos a participarla como acto de oración. Esto implica
una preparación remota, leyendo previamente las lecturas para que las meditemos
y preparemos la respuesta que vamos a dar al Padre por medio de Jesús, y una
preparación inmediata, yendo al templo antes de empezar la celebración para conectar con Jesús y con Dios Padre. De esta forma la celebración de la
Eucaristía será celebración de un acto de oración en que nos habla el Padre por
Jesús y respondemos por medio de él.
Rvdo.
Don Antonio Rodríguez Carmona
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