Él no preguntó cómo me
llamaba.
No me preguntó de dónde
venía y por qué había llegado tan tarde.
Él no quiso saber por
qué lo habían hecho, ni las razones por las que había malgastado mi vida hasta
entonces.
Él no se detuvo en mis
miserias, ni las quiso conocer.
Él se negó a
preguntarme por qué había llegado hasta allí.
Él solo me miró como si
llevara esperándome toda una vida, giró su rostro y caminó.
Y le vi alejarse con
una Cruz sobre el hombro, camino al Monte Calvario.
Él retoma ese camino
cada vez que un alma cansada, decide acercarse a Él.
Él espera y no descansa
y, cuando al final llegues tú, tampoco preguntará por qué vienes y qué hiciste,
como preguntan los hombres.
Sólo tomará su cruz y
caminará de frente hacia el lugar donde todo lo que fuiste, lo que hiciste, lo
que hasta allí te llevó, muere con Él y tu vida, que es desde entonces su Vida,
se abrirá paso ante ti , tras la Luz que trae su muerte.
(Olga)
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