Sólo
existe un camino para conocer a Dios, el de la perseverancia.
A él se
llega cuando se comprende y se abraza el convencimiento de que, si estamos en
Dios, todo lo que ocurre, conduce a Dios.
Cada vez
que te sientas pequeño y abandonado, asediado por la vida.
Cada vez
que no tengas fuerzas y te falte la respiración, piensa que Dios te mira y
convertirá cada una de tus lágrimas en razones para asegurar tus pasos y
conducirte a la luz.
Es
difícil entenderlo pero esa es la forma en la que Dios nos descubre su Vida.
Despacio,
perseverando, con nuestra mirada fija en Él
cargados de una fe que no traiciona y apoyados en la promesa que nuestro
Señor selló con su muerte en la Cruz.
(Olga)
comunidadmariamadreapostoles.com
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