Cuando le
llega a un discípulo de Jesús el momento de dar su adiós a este mundo, lo hace
rebosante de vida aunque parezca un contrasentido.
Quizás lo
entendamos mejor si lo escribo con mayúsculas: Rebosante de Vida. No tiene
duda el discípulo de Jesús de que si bien es cierto que " la tienda
de su cuerpo" va a ser depositada en un sepulcro, no así la Vida que
rebosa en su interior.
Entre los
muchísimos testimonios que podríamos citar de este paso glorioso de los
discípulos de Jesús por la muerte hacemos referencia al de Santa Teresa de
Lisieux que dejó este mundo con apenas 24 años. Esta intrépida joven consciente
de su ya cercanísima muerte, levantándose sobre sí misma, elevó su mirada a lo
alto y proclamó su victoria sobre la muerte con esta bellísima confesión de fe:
“No muero, entro en la Vida" Igual que millones de personas a lo largo de los últimos 2000 años, esta
mujer murió cómo vivió: Rebosante de Vida, lo que es más que normal pues cuando
el Hijo de Dios llama a alguien a ser su discípulo, lo primero que le da, si es que acepta su invitación, es hacerle
partícipe de la Vida que rebosa de ÉL
P. Antonio
Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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