Tú, autor de la vida,
autor del mundo, Tú todopoderoso, Tú por quien todo existe.
Tú llegaste y te fuiste
pequeño, silencioso, inadvertido y no aspiraste a dar ni un solo paso hacia la
grandeza de los hombres.
Tú pequeño, aplastado y
siempre, respondiendo con amor.
Tú, silencioso ante la
provocación, hablando solo para salvar, Tú, que todo lo puedes, colocado el
último por propia voluntad.
Tú, regalando Vida y
nosotros, tus hijos estériles, incapaces de imitar esa vida que nos apela y nos
produce tristeza porque sentimos impotencia cuando tratamos de imitarte.
Tú, enseñándonos a dar
un paso atrás, a pedir que, al enfrentarnos al mal del mundo, te miremos y
tomemos tu Cruz, la Cruz del manso.
En esa escuela, la de
la mansedumbre, tomar tu mano y aprender a amar.
Amar a quien nos
ofende, responder incondicionalmente con amor al mal del mundo, superando la
aflicción y la ira.
No somos capaces
solos y, por eso, cada Navidad, vuelves a nacer y a recordarnos que
naciste pobre y que naces, también dentro de nosotros a través de tu Palabra.
Tu Palabra que hace
posible el milagro, que nos enseña a amar.
Como cada día
resucitamos en el sepulcro contigo a la luz de la mañana de Pascua, hoy nacemos
contigo al imposible de vencer al mal y hacerlo con las armas del amo.
(Olga)
comunidadmariamadreapostoles.com
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