domingo, 19 de abril de 2020



 Tú, pequeño en tu nacimiento, pequeño en tu muerte.

Tú, autor de la vida, autor del mundo, Tú todopoderoso, Tú por quien todo existe.

Tú llegaste y te fuiste pequeño, silencioso, inadvertido y no aspiraste a dar ni un solo paso hacia la grandeza de los hombres.

Tú pequeño, aplastado y siempre, respondiendo con amor.

Tú, silencioso ante la provocación, hablando solo para salvar, Tú, que todo lo puedes, colocado el último por propia voluntad.

Tú, regalando Vida y nosotros, tus hijos estériles, incapaces de imitar esa vida que nos apela y nos produce tristeza porque sentimos impotencia cuando tratamos de imitarte.

Tú, enseñándonos a dar un paso atrás, a pedir que, al enfrentarnos al mal del mundo, te miremos y tomemos tu Cruz, la Cruz del manso.

En esa escuela, la de la mansedumbre, tomar tu mano y aprender a amar.

Amar a quien nos ofende, responder incondicionalmente con amor al mal del mundo, superando la aflicción y la ira.

No somos capaces solos  y, por eso, cada Navidad, vuelves a nacer y a recordarnos que naciste pobre y que naces, también dentro de nosotros a través de tu Palabra.

Tu Palabra que hace posible el milagro, que nos enseña a amar.

Como cada día resucitamos en el sepulcro contigo a la luz de la mañana de Pascua, hoy nacemos contigo al imposible de vencer al mal y hacerlo con las armas del amo.

(Olga) 
comunidadmariamadreapostoles.com


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