Al atardecer de su
vida, Pablo prisionero en la cárcel Mamertina de Roma lleno de un gozo
desbordante escribe a su fiel colaborador Timoteo:
He combatido el buen combate,
he llegado a la meta, he mantenido la fe" (2 Tm 4,7) Pablo está orgulloso
y tiene derecho a ello de estas credenciales que va a presentar ante al Señor
en su muerte ya cercana. Abro un poco mi imaginación, pero con los pies en la
tierra y me preguntó ¿Que diría Pedro en el atardecer de su vida? Creo
que estaría orgulloso de sus credenciales igual que Pablo. Me lo imagino
recordando el diálogo que mantuvo con Jesús a orillas del mar... ¿Pedro, me
amas? Pedro también prisionero en Roma actualizaría su respuesta. Le diría!
Señor, tú sabes bien cuánto he querido.
Me dijiste que
apacentase tus ovejas, también que diera mi vida por ellas (Jn 10,15) Aquí me
tienes Jesús a punto de morir por ti, por tu Evangelio y por ellas...y Jesús le
respondería…! Este es el Pedro que yo entreví en su corazón cuando le llamé a
ser mi discípulo. No envidiemos ni a Pedro ni a Pablo. Tendremos su misma
experiencia si dejamos que Jesús imprima su Santo Evangelio en nuestro corazón.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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