Recogemos con indecible
gozo un punto catequético del Evangelio de la Cena la Pascua del Señor. A lo
largo del rito de la Pascua hebrea llegaba un momento en el que los
participantes se lavaban las manos y el menos importante de los comensales
cogía una jofaina y hacia este servicio. Jesús no espera que nadie se dé por
aludido sobre quién es el menos importante, toma la iniciativa y puesto de
rodillas ante uno y otro les lava los pies. El desconcierto es total y Pedro se
opone vehementemente. Jesús esgrime un argumento rompedor: ", Si no te
lavo, no tienes parte conmigo" Ante estas palabras Pedro se dejó amar por
Jesús con un amor que jamás pudo imaginar que pudiera ser posible.
La Fuerza del
Discipulado no está en quien acepta ser Discípulo de Jesús sino en Jesús que le
llama. Su Fuerza se sobrepone a nuestros miedos, debilidades e incluso - mirémonos
en Pedro- a nuestras traiciones. El "si no te lavo no tendrás parte
conmigo" crea un amor en nosotros que termina por sobreponerse a nuestra debilidad...
este y no otro fue el secreto de los Santos, de todos los Discípulos de Jesús a
lo largo de la historia.
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