sábado, 25 de abril de 2020

Reflexión al Evangelio Domingo III de Pascua.



Jesús sale al encuentro de dos de sus discípulos que han salido de Jerusalén hacia Emaús, una aldea cercana. Están molestos, incluso discuten entre ellos, ni siquiera saben lo que les pasa, han dejado la Comunidad dando un portazo; o quizás sí lo saben pero como nos pasa a todos, echan la culpa a los demás. Jesús se acerca a ellos y no le reconocen porque "sus ojos estaban retenidos”.

Ahora sabemos dónde está el problema. En la Espiritualidad bíblica uno tiene los ojos retenidos para conocer a Jesús cuando previamente ha cerrado sus oídos a su Evangelio. Estos dos discípulos le habían oído decir repetidamente que sería llevado a muerte de cruz y que resucitaría al tercer día. No le creyeron, por eso sus ojos tampoco pudieron reconocerle cuando como Buen Pastor fue a su encuentro. En su caminar. Les partió la Palabra. Se quedó con ellos a cenar y...” se les abrieron los ojos y le reconocieron.

Esto es lo que hace Jesús nuestro Buen Pastor con los que le buscan con corazón sincero. Les da pistas de su presencia hasta que le reconocen.

(Padre Antonio Pavía) 
comunidadmariamadreapostoles.com


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