Qué difícil es comunicar, expresar... la verdad, la profundidad del
silencio. Es que todas las palabras requieren siempre una experiencia, pero así
y todo, nosotros buscamos el comunicarnos, el expresarnos, el trasmitirnos lo
que es una de las vivencias más ricas del ser humano.
El silencio no tiene límites, el silencio abraza toda la creación, abraza
toda la tierra, abraza todo el ser humano, por eso hay mil diversidad de
silencios, por eso hay mil tonalidades de este misterioso contenido que habita
en nuestro corazón.
Existe el silencio de la naturaleza, el silencio del campo, el silencio de
los valles. Es un silencio que invita a otro silencio, es un silencio que puede
sugerir, que puede llamarnos, que puede reclamar de nosotros un silencio más
rico, más íntimo, más profundo: el silencio de nuestro corazón. Pero no sería
suficiente el silencio de esta tierra, de este cosmos, de la montaña, si ese
silencio no solicitara el silencio de nuestro interior.
Junto a ese silencio de la naturaleza, escucha el silencio de tu cuerpo,
atiende al silencio de tu cuerpo, busca el silencio de tu cuerpo.
También hay diversidad de silencios corporales. Por lo menos hay dos
dimensiones de este silencio, existe el silencio que podríamos llamar el
silencio de muerte, es el silencio de un cadáver, nada se mueve, nada se
escucha, nada se oye, pero es una silencio mortal.
Existe también el silencio de la vida, es el silencio del cuerpo, en el que
nada, ninguna tensión, ninguna contracción, ninguna agitación estorba y
entorpece en ese fluir de la vida, que atraviesa y que recorre y que peregrina
todo nuestro cuerpo. Este es un maravilloso silencio, un silencio al que
tenemos derecho, un silencio que es nuestra salud, un silencio que es nuestra
alegría, es el silencio de esta porción, muy amada, muy querida de nosotros
mismos, es el silencio en el que habita todo nuestro ser, en el
que puede habitar todo nuestro ser. Pero no muchas veces nuestro
cuerpo esté en silencio.
Nuestro cuerpo lleva en si mismo alojados miles de ruidos, miles de
contracciones, miles de disgustos, mil contratiempos, mil contrariedades, mil
tensiones, mil turbaciones, mil temores, las amenazas, los miedos, todo eso va
alojado en nuestro cuerpo, y en nuestro cuerpo se percibe; se perciben las
tensiones de nuestro semblante, las tensiones de nuestros gestos, las tensiones
en nuestro andar, las tensiones hasta en nuestra mirada, nuestro cuerpo refleja
siempre sus disgustos, refleja siempre la verdad.
Nosotros podemos mentir, nosotros a veces disimulamos, nosotros a veces
ocultamos la verdad, la intimidad de nuestro corazón, pero nuestro cuerpo no
miente nunca, nuestro cuerpo siempre dice la verdad, nuestro cuerpo siempre
expresa lo que le habita, por eso expresa la contrariedad, el disgusto, el
malestar, la desazón, el azoramiento, el abatimiento, la angustia, hasta la
muerte. Todo se ve en nuestro cuerpo, basta mirar el cuerpo, el gesto, el
semblante de una persona para advertir el nivel de comunicación a que podemos
llegar.
Cuando uno se da cuenta del semblante tenso, del semblante contraído, uno
sabe muy bien que la comunicación, el encuentro, la relación, pues va a quedar
en las capas más superficiales. Mientras el cuerpo no esté abierto, mientras el
cuerpo no esté... permeable, no sea poroso, nuestra comunicación, nuestro
encuentro, no va a ser de profundidad a profundidad, no va a ser un encuentro
de interioridades, sino que va a ser un encuentro, posiblemente bastante hosco,
y se van a encontrar nuestras superficialidades, todos nuestros choques, toda
nuestra relación rota es síntoma de que nuestro encuentro ha sido en las zonas
más superficiales, en las zonas más epidérmicas de nuestra vida. Por eso es tan
importante silenciar nuestro cuerpo, que todos los miembros de nuestro cuerpo
estén sosegados, estén vacíos, estén abiertos, que todo nuestro ser sea poroso.
En el silencio, nuestro mismo cuerpo se vuelve... digamos, un poco
trasparente y transmite y devuelve a los otros la luz también que habita en el
corazón, que llena de vida y llena de presencia nuestro cuerpo. Pero esta
porción es la porción más... visible, es la porción más exterior de nuestra
vida, la dimensión corporal.
Hay otras porciones que también requieren la urgencia de un silencio, otras
porciones de nuestra existencia necesitan del silencio, la porción de nuestra
mente, por ejemplo, nuestra razón que busca siempre los porqué de las cosas,
nuestra razón que siempre está inquieta y busca reflexionarlo y razonarlo todo,
y busca la utilidad y los porqué de todas las cuestiones.
Dar silencio a la mente, dar silencio a la razón, pues que el hombre
racional pero... no es todo, iba a decir que ni lo más importante. Razonamos
las cosas pero después no las vivimos, reflexionamos las cosas pero después no
somos dóciles a nuestra misma razón, la razón no es la vida del hombre, la
razón no es la totalidad del hombre, por eso es tan importante sosegar la
razón, dar calma a la razón, dar calma a nuestros raciocinios, a nuestro
discurrir, a nuestro correr. Algo de esto significa discurrir, reflexionar las
cosas, es como correr en torno de algo, es como agitarse en torno de algo. Es
bueno dar calma a nuestro pensar, es muy importante dar equilibrio y dar
sosiego a nuestro raciocinio, es muy importante dejar que el silencio cunda,
que el silencio invada esta zona que es incansable, en segregar pensamientos,
en segregar razones y raciocinios. Quizás después nuestra mente sea más pulcra,
más lúcida, quizás después nuestra mente acierte mejor, quizás después nuestra
mente no se encasille y no encarcele las cosas en sus conceptos y en sus ideas.
Además de la porción mental existe en el hombre, lo que
podríamos llamar la porción de nuestra voluntad,
la porción de nuestros deseos. Esa voluntad se despierta y se enciende
y va como aprisionando las cosas, algunas de las veces podemos darnos cuenta
que lo que vamos viendo lo vamos deseando y deseamos las cosas más distintas, a
veces más opuestas, a veces más dispares. Dar descanso también, dar silencio a
nuestros deseos, casi casi no hay que desear nada, porque siempre que deseamos
algo, nos podemos alejar, siempre que deseamos algo nos podemos separar de
nosotros mismos.
El silencio de nuestra voluntad puede ser el camino también para el
encuentro con nosotros mismos. El silencio de nuestra voluntad puede ser
el cauce en el que se inaugura la aproximación a nuestro corazón.
También es importante dar silencio a otra porción, a otro componente de
nuestra vida, de nuestra existencia, como es el silencio que merece nuestros sentimientos,
nuestra sensibilidad, siempre a punto de explosionarse, siempre a punto de
expandirse, siempre a punto de sentir las cosas.
Nuestros sentimientos son infinitamente variables. Te levantas con un humor
grato y feliz y dichoso y a media mañana o antes pues un sentimiento de temor,
un sentimiento de angustia se puede apoderar de nosotros. En un día podemos
vivir inmensidad de emociones, inmensidad de sentimientos, a veces los
sentimientos nos conducen, a veces los sentimientos nos agitan y nos llevan y
nos pueden y nos vencen y nos encadenan, por eso es tan urgente, tan
importante, el sosegar nuestra sensibilidad, el dar calma, el dar sosiego a
estos sentimientos, es como dejarlos un poco en paz.
También es importante el dar sosiego, el dar silencio, el dejar que se
silencie nuestra imaginación, nuestra imaginación que... trabaja
incansablemente también. No hemos pensado una cosa, no hemos escuchado una
cosa, ya la imaginación nos presenta con vivos colores, a veces con grande
precisión la imagen de las cosas que... que cuya idea se ha despertado en
nuestra mente. Es incansable, digo, la imaginación hace horas extraordinarias
de trabajo, sería muy ventajoso para nuestra imaginación el darle descanso, el
darle sosiego, el darle calma. Posiblemente nos volveríamos mucho más
creativos, posiblemente nuestra imaginación después del silencio se sentiría
más ágil, más libre, más intuitiva, mucho más creadora.
En tu trabajo de silencio, deja que éste se extienda a todas estas
porciones de tu vida, deja que el silencio vaya invadiendo todo lo que tú
eres, todo lo que tú piensas, todo lo que tú sientes, todo lo que tú te
imaginas, también todo lo que deseas. Más allá de todo esto todavía quedan
porciones de tu vida.
¿Quién no ha tenido experiencia de una intuición?
Es otro de los valores, es otra de las porciones también de la vida del
hombre. La intuición se despierta, si te das cuenta, siempre que el
silencio ha cubierto... todas las demás porciones de nuestra vida.
Cuando uno tiene una intuición, cuando la intuición se dispara es porque
nuestra razón, nuestros sentimientos se han sosegado, entonces ella como que se
activa, ella como que se pone en funcionamiento, pero ella no funciona, ella no
está en actividad mientras estas otras actividades nuestras, no le dejen el
camino expedito, no le dejen el camino abierto, entonces sí, cuando nosotros
nos silenciamos, nuestro cuerpo también se queda sereno y en paz y nuestra
mente se queda también tranquila y pacificada. Entonces es cuando la intuición
puede empezar a despertarse, a veces es como una luz, es... como una llamarada;
pero es lo bastante para que nosotros veamos algo con... inmensa claridad, es
lo que vulgarmente decimos "caer en la cuenta", caemos en la cuenta
de repente, en ese momento ni hemos pensado, ni hemos imaginado, sino que tan
solo hemos visto algo con claridad.
Detrás de todo este silencio, que a veces nos puede asombrar, nos puede
estremecer, detrás de ese silencio siempre puede ocurrir algo, por lo menos
puede ocurrir esto que nuestra intuición se encienda, funcione y se haga luz,
nos alumbre.
Todavía quedan más, el hombre todavía es mucho más. En el hombre hay
dimensiones mucho más íntimas y mucho más profundas, en el hombre existe la
presencia de una trascendencia que está más allá de todos nuestros sentimientos
y de toda nuestra razón. Quizás cuando todo este silencio cubra nuestro
corazón, quizás cuando estas capas... que están más en la epidermis y que están
más en la superficie, posiblemente entonces, precisamente entonces, se
encienda, se haga luz, se haga presencia, para nosotros, esas capas hondas de
nuestra naturaleza y de nuestro ser.
Por eso el trabajo del silencio, la actividad del silencio es tan urgente y
es tan necesaria, es tan imprescindible para acercarse a uno mismo. El silencio
siempre nos lleva a nosotros mismos. A veces vamos como yéndonos de nosotros,
como escapándonos de nosotros, como... huyendo de nuestro profundo corazón,
cuando nos dejamos llevar de estos componentes más exteriores, de estos
componentes que están un poco a flor de piel, uno se va de sí mismo, a veces,
en esas respuestas a los estímulos, de nuestra epidermis, de nuestra
exterioridad.
El silencio es para conducirte a ti mismo, el silencio es para ir hasta ti
mismo.
Haz silencio y vete a ti mismo.
Por eso el silencio es... algo que hay que vivir cada día.
J.F. Moratiel
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