martes, 5 de diciembre de 2017

Detectives del Dios escondido





Hermanos,
hemos ido muchas veces a la enorme estación
y se nos ha dicho por el altavoz:
Llega inmediatamente por la vía 12
llega por la vía 4.

Pero no.
No llegaba Dios.

Era una estrella o un estrello del cine,
o un magnate de las finanzas,
o un general de la OTAN,
o un gran político,
o una gran figura eclesial,
quizás hasta un visionario religioso...

Pero no era,
no,
no era Dios.

¡Tantos advientos!
¡Tantas esperas ya...!
Y volvíamos a casa con el mal sabor de boca
de la tomadura de pelo,
o de nuestra ingenua candidez,
prometiéndonos que otra vez iban a engañar a su tía...

Pero, vamos a ver, hermanos:
¿Dónde podemos encontrar a Dios?
Todo el Antiguo Testamento esperándole los reyes,
los sabios,
los importantes.
Quizás esperándole en la torre del templo,
o en el palacio real,
en la clase de los teólogos.
Y luego les hace trampa.
Se esconde entre los analfabetos y los animales,
que a tantos les parece casi lo mismo.
¡Dios tiene unas bromas!

¿Dónde esperas a Dios en este adviento, hermano?
¿No piensas que estará en tu barrio,
en tu asociación de vecinos con larga lista de problemas,
en el dolor humilde y rutinario de tu vecino
o en tu misma casa,
en medio de tu problemas, de tus luchas y de ti mismo?

Este adviento sería un buen momento
para hacer de detectives de Dios.
Veríamos entonces qué cerca está.
Pero a su manera.
Esa manera que es la nuestra,
porque lo chocante es que Dios nos "imita",
se hace vida nuestra en toda su vulgaridad,
y eso es lo que más desconcierta a los miserables,
hambrientos de magia y milagrería.

Sepamos capaces de descubrir a Dios
en la rutina de todos los días
en la enorme grandeza de nuestra vulgaridad.

Vuestro hermano en la esperanza,

Alberto Iniesta
Obispo auxiliar emérito de Madrid
Texto escrito en 1976

 

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