La familia cristiana
El nacimiento de una persona no termina con el
parto, como sucede en algunas especies animales. El ser humano necesita
cuidados físicos y psicológicos que le vayan ayudando a desarrollarse como
persona. Con esta finalidad Dios, creador providente, ha dispuesto que el ser
humano sea concebido como fruto del amor de un hombre y una mujer, y que una
vez nacido, padre y madre se encarguen con amor de su desarrollo. La familia es
una institución natural, presente en todas las razas, independientemente de
religión y cultura. La Iglesia nos recuerda hoy que el Hijo de Dios nació en el
seno de una familia y que necesitó de su ayuda para desarrollar plenamente su
personalidad humana. Si María fue la protagonista exclusiva de su nacimiento,
ahora coopera también José, el padre legal. De ellos aprendió Jesús la cultura
de Israel, aprendió a hablar, a orar, el oficio de carpintero... Jesús vivió
sometido a ellos y participó de todas las vicisitudes positivas y negativas de
su familia (Evangelio). Hoy la Iglesia nos invita a contemplar esta faceta de
la encarnación del Hijo de Dios y propone a la Sagrada Familia como modelo de
toda familia. Con los altibajos propios de toda persona normal, María, José y Jesús,
supieron ayudarse mutuamente y crecer en el amor.
La segunda lectura ilumina la vida de la familia
cristiana: Como elegidos de Dios, santos y amados, y por tanto
conscientes de que Dios da los medios para ello en el sacramento del matrimonio,
revestíos, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre,
paciencia, soportándoos unos a otros y
perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os
perdonó, perdonaos también vosotros. Y
por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la
perfección. Y que la paz de Cristo
presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo
Cuerpo. Y sed agradecidos, participando en la Acción de gracias o
Eucaristía. La palabra de Cristo
habite en vosotros con toda su riqueza, pues la palabra de Dios debe
iluminar toda la vida doméstica. Esta segunda lectura termina dando consejos a
los diversos miembros de la familia: “Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el
Señor”: literalmente el texto original dice someteos
a vuestros maridos, empleando un verbo que no reproduce hoy exactamente el
pensamiento de san Pablo. De por sí so-meterse
significa meterse entre, integrarse,
que es lo contrario de la huida, de querer vivir al margen, de la total
independencia. Naturalmente para poder vivir dentro de un grupo, hay que
adaptarse a sus exigencias y consecuentemente esto implica también el
significado meterse bajo las
exigencias de la convivencia. Lo que
Pablo quiere decir es que la mujer tiene que adaptarse por amor (no olvidar el contexto anterior) a las exigencias propias
del compartir la vida con su marido y que el marido lo haga igualmente por
amor. Por su parte, los hijos han de corresponder con la obediencia adecuada.
Siempre se trata de una dependencia mutua en
Cristo y por amor, que excluye todo lo que sea antievangélico, como la
tiranía, el desprecio... Lógicamente este espíritu se ha de vivir de acuerdo
con la evolución social de la familia en los distintos tiempos. La familia
actual es diferente de la patriarcal, pero su espíritu debe ser el mismo.
La primera lectura toca una faceta de actualidad en
muchas familias, los mayores y la atención que se les debe prestar, no solo
material sino también y sobre todo psicológica, para que se sientan queridos,
escuchados, valorados, y no como un estorbo. La atención amorosa a los mayores
agrada a Dios más que un sacrificio de expiación: Quien honra a su padre expía sus pecados... Sé constante en
honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva; aunque flaquee su mente, ten
indulgencia, no lo abochornes... La piedad para con tu padre no se olvidará,
será tenida en cuenta paga pagar tus pecados.
Al celebrar la
fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia nos invita a valorar y defender la
familia cristiana. Hoy día son muchos los retos que tiene que afrontar esta
institución, como muestra el hecho de que la Iglesia haya dedicado dos sínodos
de los obispos a ella, que han culminado en la exhortación postsinodal Amoris Laetitia, que ofrece valiosas
aportaciones para afrontar la situación. Por una parte, está la ideología de
género, que quiere marginar el matrimonio natural como matrimonio
“tradicional”, en sentido despectivo, negándole su carácter “natural” y considerándolo una creación
“cultural”, por otra, el gran número de matrimonios rotos y de familias
monoparentales. Lo mejor forma de defender y dignificar el matrimonio cristiano
es vivirlo. Hoy se nos invita, por una parte, a agradecer todo lo que hemos
recibido cada uno de nuestra familia, a pesar de las imperfecciones que hayamos
podido encontrar en ella, como cariño, educación, la fe cristiana, ayudas de
todo tipo, por otra, a vivir las exigencias del amor en nuestra familia actual.
Los esposos viviendo a fondo las exigencias del sacramento del matrimonio, que
deben conocer mejor, los hijos correspondiendo al amor de sus padres y
cooperando con amor en el bien común de toda la familia. Y todos, teniendo una
acogida especial a los mayores.
La Eucaristía, por una parte, debe ser escuela y
alimento de toda familia cristiana, en la que ofrece la Acción de gracias a
Dios Padre por medio de Jesús por
todos los bienes recibidos y se recibe gracia para continuar creciendo
en el amor y, por otra, debe ayudar a todos los participantes a convivir
como miembros de una gran familia eclesial.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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