Aguardar la manifestación
gloriosa de Jesucristo
La Parusía o venida gloriosa de Cristo resucitado,
es uno de los artículos del credo católico: «Creo en un solo Señor Jesucristo,
Hijo único de Dios... se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre... fue
crucificado y resucitó al tercer día y subió al cielo y está sentado a la
derecha del Padre y de nuevo vendrá
con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin».
La
parusía es el culmen de toda la Historia de la salvación. Con su muerte y
resurrección Jesús se ha convertido en el Nuevo Adán, comienzo de una nueva
humanidad, que tienen acceso al Padre. Ha conseguido para toda la humanidad la
posibilidad del perdón de los pecados, de recibir un corazón nuevo, de formar
parte de su pueblo, y finalmente de compartir su glorificación final.
Ahora está plenitud
está actuando eficazmente, pero en la pobreza y debilidad, para respetar la
libertad de los hombres, de forma que todos puedan responder libremente a esta
llamada de amor. Se trata de una pobreza de la acción divina en sí y de nuestra
forma de percibirla. A veces tenemos la impresión de que Dios está ausente del
mundo y de que no actúa la gracia de
Cristo. La Iglesia primitiva enseñaba esta realidad sirviéndose del salmo
110,1: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate
a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos como estrado de tus pies. Cristo
resucitado está ahora a la derecha del Padre; en este tiempo, el tiempo de la
Iglesia, el Padre por medio del Espíritu Santo está sometiendo toda la
humanidad, invitándola a aceptar la salvación conseguida por Jesús. La parusía
es el momento en que el Padre presentará a toda la humanidad la obra de Cristo,
desapareciendo la pobreza en su presentación y en nuestra forma de percibirla.
Toda la humanidad será testigo de la gloria de Jesús y los que han acogido su
salvación se la agradeceremos. Será la hora del pleno triunfo del amor de Dios
manifestado en Jesús, que es a la vez la hora de nuestro pleno triunfo. Por
este contenido, la palabra parusía, que de por sí sólo significa “llegada”, la
aplicó la Iglesia primitiva en el sentido de “llegada triunfal”, como la que
tenía un general victorioso al regresar a la ciudad.
Mientras
tanto, el Señor, que vino
históricamente en el s. I, y vendrá al
final de la historia, viene
constantemente en su palabra, en los necesitados, en su Iglesia... Por eso
se nos invita a animarnos con la esperanza de su última venida y desearla
vivamente y a pedir que cada día se haga dinámicamente más presente el poder
salvador de Jesús (primera lectura).
La fe en la parusía implica tomar conciencia de la
situación de nuestro tiempo, que no es el tiempo absoluto y definitivo. Creer
en la parusía implica creer que Jesús resucitado tiene la última palabra en la
historia y que destruirá todo tipo de males. Esto ciertamente relativiza el
tiempo presente, pero a la vez lo revaloriza, pues el presente condiciona el
futuro. La Historia de la salvación se realiza en la historia de cada día. Por
eso hay que vivir vigilando las
constantes venidas de Jesús en el presente para poder acogerlo en el futuro
(segunda lectura).
Ahora es el tiempo de la paciencia de Dios,
invitando a la conversión, a deshacerse de todo aquello que impide acogerle
(segunda lectura).
La celebración de la Eucaristía nos ayuda vivir
nuestra situación en la Historia de la salvación: viene ahora el Señor resucitado eficazmente, pero en la pobreza de
la celebración eclesial, el mismo que vendrá
gloriosamente en su parusía. Ahora viene para alentar nuestra esperanza y
vigilancia.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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