2018. ¡Una más!
Sí. ¡Una oportunidad más que Dios
nos da!
¿Para qué?
Para dejarnos afectar.
No se trata de saber más cosas de
Dios.
Se trata de dejarnos afectar por Dios.
Dejarnos afectar es permitir que Dios haga mella en nuestro corazón.
Dios quiere transformarnos.
Dices que te afecta una determinada
escena, una situación de pobreza.
Te afecta golpeando el corazón y abriéndolo a Dios, es decir,
abriéndolo a los demás.
Dejarnos afectar es, en definitiva, hacer realidad en nosotros aquello que
la mente nos sugiere.
Es introducir en nuestra oración los
problemas de otros.
Es cambiar en nosotros lo que es cerrazón
al otro.
Dios nos abre a Él abriéndonos a los
demás.
Reza. Ayuna de egoísmo,
Date como la mejor limosna.
Sigue en todo la Palabra del Señor.
Oramos
Señor, nos sacaste de la tierra
donde servíamos a los “señores” que nos esclavizaban: el consumo, los
caprichos, el “mi-me-conmigo y basta”,
o el “todo se resume en tener y pasarlo bien”.
Son las miras pequeñas de una
esclavitud casi imperceptible porque se disimula, “yo estoy bien” porque “hago lo que quiero”.
Nos sacaste, Señor, de las miras
cortas y nos abriste al horizonte de la gratuidad. Todo a nuestro lado es puro
regalo.
Nada es tan nuestro que nos lleve a
pensar sólo en nosotros. Nada nos libera tanto como levantar los ojos al cielo
y reconocerte como Señor. Nada nos libera tanto como mirar a los otros y en
ellos sentir la huella de tu presencia.
Nada nos aprisiona tanto como poner
los límites del mundo en la frontera de nuestro interés. Nada nos hace tan
libres como reconocerte nuestro Liberador.
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