miércoles, 14 de febrero de 2018

CUARESMA






                                      2018. ¡Una más!

Sí. ¡Una oportunidad más que Dios nos da!

¿Para qué?

Para dejarnos afectar.

No se trata de saber más cosas de Dios.

Se trata de dejarnos afectar por Dios.

Dejarnos afectar es permitir que Dios haga mella en nuestro corazón.

Dios quiere transformarnos.

Dices que te afecta una determinada escena, una situación de pobreza.

Te afecta golpeando el corazón y abriéndolo a Dios, es decir, abriéndolo a los demás.

Dejarnos afectar es, en definitiva, hacer realidad en nosotros aquello que la mente nos sugiere.

Es introducir en nuestra oración los problemas de otros.

Es cambiar en nosotros lo que es cerrazón al otro.

Dios nos abre a Él abriéndonos a los demás.

Reza. Ayuna de egoísmo,

Date como la mejor limosna.

Sigue en todo la Palabra del Señor.

Oramos

Señor, nos sacaste de la tierra donde servíamos a los “señores” que nos esclavizaban: el consumo, los caprichos, el “mi-me-conmigo y basta”, o el “todo se resume en tener y pasarlo bien”.

Son las miras pequeñas de una esclavitud casi imperceptible porque se disimula, “yo estoy bien” porque “hago lo que quiero”.

Nos sacaste, Señor, de las miras cortas y nos abriste al horizonte de la gratuidad. Todo a nuestro lado es puro regalo.

Nada es tan nuestro que nos lleve a pensar sólo en nosotros. Nada nos libera tanto como levantar los ojos al cielo y reconocerte como Señor. Nada nos libera tanto como mirar a los otros y en ellos sentir la huella de tu presencia.

Nada nos aprisiona tanto como poner los límites del mundo en la frontera de nuestro interés. Nada nos hace tan libres como reconocerte nuestro Liberador.


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