Jesús se pasaba el día orando y
pidiendo en la oración: Paz, paciencia de santo y fuerza. Pues yo lo mismo,
todo el día pidiendo…
Lo malo es que yo creo que “me paso” haciendo
la lista y ¡Jopé! me digo, esto no puede ser, son demasiadas cosas… Entonces, empiezo a reducir: Esto no,
esto otro día, esto el Domingo que viene y ¡hala, nueva lista!... Al final,
como al principio, la tira…
… Que si mis padres, que si los
sacerdotes, que si los pobres, que si los del “purga”, que si los viejillos,
que si las guerras, que si los amigos… Y por último, mi petición concreta; y lo
mejor, no me hace ni caso, ¡a ver, lo entiendo!, con tanta petición, cuando
llego a lo mío, como que Le he aburrido… Y así cada semana.
Si es que ¡No se pedir!
-
¿A estas alturas? Anda, escucha: Pide por que mi Evangelio sea entendido y con
un alma sólo que mire hacia Mí, me alegraré enormemente por él, también ora por
las que se fueron. Después dime que necesita tu hijo, te aseguro que su esfuerzo
será recompensado. Díselo de mi parte y a ver si un día viene y se lo digo en
directo, porque siempre te envía a ti…
- ¡Qué me vas a contar! Soy el “corre
ve y dile” de todos los que no van y, pretenden
como si yo fuera Santa Teresa (que todo le salía genial), que salgan las
peticiones…
En fin Señor, sé que conoces nuestras
ansiedades y aunque sea por este medio, también podemos hablarte y decirte lo
que nos pasa -yo, al menos, quiero saber pedir que no es poco-. Gracias por
estar en “Microsoft Word”.
Se
puede hablar con Dios de muchas maneras…
Emma
Díez Lobo
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