jueves, 8 de febrero de 2018

“¡Más de lo mis­mo, da lo mis­mo!”






Si no cam­bia­mos de chip, es de­cir, nues­tro pro­pio es­ti­lo de vida, el uso de nues­tros re­cur­sos, los cri­te­rios de pro­duc­ción y con­su­mo, todo se­gui­rá igual. Más de lo mis­mo, da lo mis­mo.

Duran­te es­tos me­ses, has­ta que no con­si­gan re­cau­dar 84.495 € para su­fra­gar un Pro­yec­to  Edu­ca­ti­vo de reha­bi­li­ta­ción y re­in­ser­ción de 1.625 niños/as de Hy­de­ra­bad, en la In­dia, no pa­ra­rán quie­tas este gru­po de mu­je­res tan com­pro­me­ti­das y cohe­ren­tes de Ma­nos Uni­das.

El ham­bre y la in­cul­tu­ra no son una fa­ta­li­dad, sino un es­cán­da­lo, una ver­güen­za in­so­por­ta­ble. No es po­si­ble que en pleno si­glo XXI ocho­cien­tos quin­ce mi­llo­nes de per­so­nas si­gan pa­san­do ham­bre en el mun­do. Sí, has leí­do bien. No he equi­vo­ca­do mi­llo­nes por mi­les. Son mi­llo­nes, no mi­les. Y para más inri he­mos cre­ci­do… en cua­ren­ta mi­llo­nes res­pec­to al año an­te­rior.

Las ra­zo­nes (ex­cu­sas) que po­nen quie­nes de­be­rían ad­mi­nis­trar lo pú­bli­co, si no equi­ta­ti­va cuan­do me­nos so­li­da­ria­men­te en­tre los más des­he­re­da­dos… son múl­ti­ples y com­ple­jas: los im­pac­tos del cam­bio cli­má­ti­co, los con­flic­tos vio­len­tos (gue­rras) so­bre los más em­po­bre­ci­dos… que úni­ca­men­te sir­ven de ex­cu­sa para anes­te­siar nues­tra con­cien­cia co­lec­ti­va.

¡La edu­ca­ción es, sin duda, el an­tí­do­to con­tra la po­bre­za! Fe­li­ci­to a nues­tras «in­tré­pi­das gue­rre­ras» de «MA­NOS UNI­DAS» de la Dió­ce­sis de Bar­bas­tro-Mon­zón por ha­ber es­co­gi­do un Pro­yec­to edu­ca­ti­vo de re­in­ser­ción que no sólo sos­ten­ga la es­pe­ran­za de es­tos niños/as sino que les de­vuel­va su dig­ni­dad de per­so­nas ofre­cién­do­les ade­más de pan y for­ma­ción, el ca­lor de ho­gar.

Cuan­do uno lee cada Pro­yec­to lo pri­me­ro que te lla­ma la aten­ción es que se tra­ta de pro­gra­mas reales, creí­bles y rea­li­za­bles. Se de­ta­llan to­dos los por­me­no­res y se es­ta­ble­cen cos­tos reales. El di­ne­ro que se ad­ju­di­ca lle­ga ín­te­gro. De­trás de cada Pro­yec­to fi­gu­ran las per­so­nas y/o las ins­ti­tu­cio­nes que se res­pon­sa­bi­li­zan de su pues­ta en mar­cha, de su ges­tión, ad­mi­nis­tra­ción y eva­lua­ción. Co­la­bo­rar con «MA­NOS UNI­DAS» es como si tú mis­mo fue­ses el res­pon­sa­ble del Pro­yec­to y es­tu­vie­ras a pie de obra. Es, de or­di­na­rio, la «de­no­mi­na­ción de ori­gen» de las obras so­cia­les que la Igle­sia rea­li­za en el mun­do. Su éxi­to está en la nube de «im­pli­ca­dos» (vo­lun­ta­rios) que, con su tes­ti­mo­nio y su hu­mil­de pero fe­cun­da ta­rea apos­tó­li­ca, vi­si­bi­li­zan la ter­nu­ra de Dios en el co­ra­zón del mun­do y ca­ri­cia suya en las per­so­nas más des­he­re­da­das.

Nues­tro desa­fío, como os in­di­ca­ba an­te­rior­men­te, será im­pul­sar un Pro­gra­ma de reha­bi­li­ta­ción y re­in­ser­ción so­cial para niños/as de la ca­lle en la ciu­dad de Hy­de­ra­bad, ca­pi­tal del Es­ta­do de Te­lan­ga­na, en el cen­tro-este de la In­dia. El pre­su­pues­to es de 84.495 €. Di­vi­di­do por los cien­to diez mil ha­bi­tan­tes del Alto Ara­gón, nos to­ca­ría con­tri­buir al año a cada uno con lo que nos cos­ta­ría to­mar­nos un café en el bar. Va­mos a po­ner una hu­cha so­li­da­ria en el obis­pa­do y/o en cada pa­rro­quia para que to­dos sin ex­cep­ción, cre­yen­tes o no cre­yen­tes, prac­ti­can­tes o no prac­ti­can­tes, con­tri­bu­ya­mos con nues­tra par­te alí­cuo­ta de un euro a erra­di­car el ham­bre en el mun­do y a dar for­ma­ción a los más jó­ve­nes. No es nada pero nos con­cien­cia y sen­si­bi­li­za. El mi­la­gro está en que «mu­chos po­cos ha­cen más que po­cos mu­chos».

En di­cha ciu­dad, mi­les de niños/as vi­ven hui­dos de sus ca­sas por vio­len­cia, aban­dono u or­fan­dad. Vi­ven de la men­di­ci­dad y de las ba­su­ras, su­frien­do abu­sos y ma­los tra­tos. Sue­len ter­mi­nar en el al­cohol y en las dro­gas.

Los Sa­le­sia­nos lle­van 17 años tra­ba­jan­do en tres cen­tros de aco­gi­da para ni­ños y uno para ni­ñas ges­tio­na­do por la rama fe­me­ni­na. Su la­bor con­sis­te en con­tac­tar con estos/as niños/as y ga­nar­se su con­fian­za; ofre­cer­les aten­ción mé­di­ca, emo­cio­nal y edu­ca­ti­va. Pro­cu­ran, si es po­si­ble, re­in­te­grar­los a sus fa­mi­lias. Les ofre­cen par­ti­ci­par en pro­gra­mas edu­ca­ti­vos y de reha­bi­li­ta­ción.

Para am­pliar su tra­ba­jo so­cial en la ca­lle los sa­le­sia­nos so­li­ci­tan a Ma­nos Uni­das ayu­da y así me­jo­rar las ins­ta­la­cio­nes de los dos cen­tros, el de los ni­ños y el de las ni­ñas: re­pa­ra­ción del te­ja­do, ins­ta­la­ción eléc­tri­ca, cons­truc­ción de un pozo y de una pu­ri­fi­ca­do­ra de agua, re­pa­ra­ción y cons­truc­ción de ba­ños, la ad­qui­si­ción de vein­te col­cho­nes y la ma­nu­ten­ción fí­si­ca du­ran­te el pro­ce­so de reha­bi­li­ta­ción.

La apor­ta­ción de la Con­gre­ga­ción es el sa­la­rio de los coor­di­na­do­res y el diez por cien­to de los cos­tes. Los be­ne­fi­cia­rios se­rán 730 ni­ñas y 895 ni­ños cada año (1625 ni­ños en to­tal). Al fren­te de este Pro­yec­to edu­ca­ti­vo y so­cial está el P. Be­llan­kon­da Sud­ha­kar, SDB de la co­mu­ni­dad sa­le­sia­na de Na­va­jee­na.

En nom­bre de to­dos los be­ne­fi­cia­rios de es­tos dos pro­yec­tos que va­mos a asu­mir en nues­tra Dió­ce­sis qui­sie­ra ex­pre­sa­ros su gra­ti­tud sin­ce­ra a cada uno de los hi­jos del Alto Ara­gón, cre­yen­tes o no, que con su so­li­da­ri­dad y ge­ne­ro­si­dad van a con­se­guir los 84.495 € ne­ce­sa­rios para que esta «pa­tru­lla de mu­je­res» de «MA­NOS UNI­DAS» lo­gren el ob­je­ti­vo hu­ma­ni­za­dor que se han pro­pues­to este año.

Con mi afec­to y ben­di­ción,
+ Ángel Pé­rez Pue­yo
Obis­po Bar­bas­tro-Mon­zón


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