jueves, 20 de mayo de 2021

La Paz de aquél día

                                                              

¡Madre mía! He tardado 40 años en entender la Paz que Jesús nos dio aquél día famoso cuando dijo: “Mi paz no es como el hombre la da...” y tanto, y yo venga a pedir. “Quiero paz, quiero paz”, y que no, que nada...  

Porque esa Paz no tenía que ver con una vida sin problemas y dormir como las marmotas, pues no, era una Paz de alma. Si algo te sucedía o te “ibas” antes de tiempo, esa Paz bloqueaba el miedo dándote la seguridad del “éxito”; incluso podrías “marchar” con una sonrisa de confianza. 

Creo que es de las mejores cosas que nos dejó, porque menudo “yuyu” hay con el tema de la muerte; si lo piensas, te paralizas, pero su Paz te dirá: “No tengas miedo,  aquí estoy cómo estuve Yo en los brazos de mi Padre, tu vida continúa”; y  si se trata de un serio conflicto, su Paz te dirá: “Calma, reza y déjalo en mis manos, confía en Mí”.   

Ésta frase: “El siervo no es más que el amo”, también viene al pelo. ¿Qué quiere decir? Muy simple, que si Jesús sufrió lo indecible no vas a ser tú más que Él y llevar una vida súper guay, pues ¡No!, te toca pasarlo canutas (blanco y en botella).    

“Nadie va al paraíso con los ojos secos” (Thomas Adams) pero “El cielo enjuagará tus lágrimas de la tierra” (Emma Díez). No olvides que la Paz de Cristo más que envolver, abriga al alma.   

 Emma Díez Lobo

 

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