El Alto Aragón, regado con la sangre inocente de su Pastor, D. Florentino Asensio, de sus sacerdotes (los curetas de Monzón y otros 215 por beatificar), de sus religiosos (51 claretianos, 18 monjes benedictinos, 5 escolapios, 3 clarisas) y de sus fieles seglares (35) entre ellos el Presidente de la A.C. y el gitano Pelé, pasará a la historia como el en el que se escribió una de las actas más bellas del martirologio de la Iglesia. Desde que llegué a esta bendita tierra regada por la sangre de tantos mártires he visto peregrinar a cientos de jóvenes. Todos se marchan tocados ante el testimonio de esos otros jóvenes que murieron hace 85 años.
Inquebrantables
por dentro y por fuera, parecieran de acero inoxidable. ¿Qué movió a estos
jóvenes a dar la vida por el Señor? ¿Qué ha ocurrido para que la sensibilidad
de los jóvenes españoles haya cambiado tanto? ¿Cómo llegar hoy a los que no
frecuentan nuestros ambientes eclesiales? ¿Qué tenemos que ofrecerles? Al joven hoy no le basta tener un conocimiento teórico de Jesús,
ni siquiera amarle idealmente, quiere encontrarse personalmente con Él y
experimentar que su vida es el mejor regalo para los demás, que cuando se
regalan incondicionalmente su vida se torna fecunda, libre, coherente y plena
de sentido.
Tengo el
presentimiento de que los padres de mi generación que se jactaban de ser
ateorros o agnósticos para presumir de progres y modernos, han privado a sus
hijos de una de las dimensiones constitutiva de toda persona: la de la
trascendencia. La fe no te quita la enfermedad ni las contrariedades que la
vida te depara pero te ayuda a mirarlas con las «gafas» de Dios.
La
supuesta sociedad del bienestar de la que tanto se han ufanado los gobernantes
no ha conseguido que nuestros jóvenes lleguen a ser más autónomos, libres,
felices, fecundos y responsables sino que, en la mayoría de los casos, los ha
hecho más frágiles, vulnerables y dependientes. Y eso que han sido las
generaciones que más oportunidades y medios han tenido. También las mejor
preparadas aunque paradójicamente sean carne de cañón del paro o de la
emigración.
Estos
jóvenes, que lo han tenido todo, te confiesan que muchas veces se sienten
solos, incomprendidos, abandonados a su propia suerte, controlados y súper
protegidos pero no queridos, escuchados, respetados y valorados. Sienten que
son para sus padres, separados en la mayoría de los casos, un estorbo o cuando
menos los perciben que andan en «otra guerra». La verdad es que no tengo otras
claves que las que ya os he compartido estas semanas: recuperar la contraseña
para que nuestros jóvenes puedan volver a conectarse personalmente con
Jesucristo. La que nunca me ha fallado, ya os dije, era: angelperezpueyo@setumismo.siempre. Probad a poner
vosotros vuestro nombre y me contáis.
Con mi
afecto y bendición,
+ Ángel
Pérez Pueyo
Obispo de
Barbastro-Monzón
No hay comentarios:
Publicar un comentario