Llegamos al 10 de mayo, día de la partida de san Juan de Ávila de este mundo a la casa del Padre desde su casita de Montilla. Nos reuniremos en la Basílica de Montilla, a los pies de su sepulcro, para venerar su memoria y volver a escuchar sus enseñanzas, siempre actuales.
Este año
presididos por el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Bernardito Auza. En la
fiesta de san Juan de Ávila recordamos a los hermanos sacerdotes difuntos en el
pasado año, y hacemos fiesta con los sacerdotes que cumplen veinticinco y
cincuenta años de ordenación sacerdotal, dando gracias a Dios por su vida
y su servicio ministerial.
Él es
patrono del clero diocesano secular en España. Precisamente este año se cumplen
75 años de la declaración por parte del Papa Pio XII como ““principal patrono
ante Dios del clero secular de España” (2 julio 1946). Y con este motivo
celebraremos el III Congreso Internacional en Córdoba y Montilla del 29 de
junio al 2 de julio próximos. Ya se puede consultar el programa detallado, que
culminará con la Eucaristía del 2 de julio en Montilla, presidida por el
cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, presidente de la Conferencia
Episcopal Española, transmitida por TRECE TV para toda España.
La figura
de san Juan de Ávila nos es cada vez más familiar, a medida que conocemos sus
escritos y su estilo de vida. Nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) el 6
de enero de 1500 y murió en Montilla (Córdoba) el 10 de mayo de 1569. Él abre
camino a una serie de místicos españoles de esa época, el siglo de oro de la
mística española. Su obra principal Audi filia está escrita para todos los
públicos, es un tratado de vida cristiana, que presenta el panorama de la vida
espiritual, explicado en todos sus aspectos. “Ha convertido más almas que
letras tiene”, decía el cardenal Astorga de esta obra, escrita desde los
fervores de la noche oscura en la cárcel y muy difundida en su tiempo.
Otra
obra, pequeña pero densa y sublime, es el Tratado del Amor de Dios, donde el
santo doctor del amor divino, expone con resonancias místicas el amor de Dios
como único motor de la redención. Sólo el amor ha sido el motor del corazón de
Dios para realizar la obra de la redención. “Amó más que padeció”, afirma al
contemplar la pasión del Señor. Ni venganza, ni justicia vindicativa, ni ira.
Sólo el amor, en Dios no hay otra cosa. La novedad de san Juan de Ávila
consiste en acentuar esta profunda convicción, propia de la Escritura y de toda
la tradición de la Iglesia, en un contexto luterano, que nos presentaba un dios
justiciero. La postura de Lutero ha dado lugar posteriormente al ateísmo,
mientras que la postura católica que san Juan de Ávila proclama en este tratado
es el que ha puesto delante de los ojos la misericordia de Dios, que tomará
formas diferentes en el futuro, como la devoción al Corazón de Jesús, la divina
misericordia, etc.
Y la
doctrina abundante sobre el sacerdocio ministerial. En un contexto de
relajación de las costumbres del clero, san Juan de Ávila urge a la santidad de
los sacerdotes, viviendo en primera persona un estilo de vida, que suscita
seguidores, la “escuela sacerdotal avilista”, como una oleada de santidad, que
reforma la Iglesia en sus cimientos. Hace caer en la cuenta de la grandeza y
alta dignidad del sacerdote por su trato con la Eucaristía. Le invita a vivir
pobre, como Cristo, erradicando toda codicia y amor al dinero. Y presenta la
realidad sacerdotal atrayente de una vida pura, que suscita el atractivo del
amor más grande. San Juan de Ávila proyecta una reforma de la Iglesia, que
comienza por la santidad de los sacerdotes y el fervor en los seminarios.
Cuando
hoy vivimos una profunda crisis a todos los niveles, sobre todo en la fe del
pueblo santo de Dios, la vida y la doctrina del santo doctor Juan de Ávila, se
hace más actual que nunca. El proyecto pastoral no es el de unas cuantas
acciones inmediatas, sino el de procurar la santidad de los sacerdotes, cuyo
ejemplo de vida suscitará abundantes vocaciones y estimulará la santidad de
todos los cristianos.
La
diócesis de Córdoba tiene en san Juan de Ávila un filón precioso de santidad y
de estímulo a la santidad, sobre todo para los sacerdotes. La diócesis de este
clericus cordubensis está llamada a brillar en el mundo “por la santidad de la
Iglesia y por el celo ejemplar de sus ministros” (Or. Colecta).
Recibid
mi afecto y mi bendición:
+
Demetrio Fernández,
Obispo de
Córdoba
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