miércoles, 24 de junio de 2020

Buen árbol… buen fruto



Dice Jesús que el buen árbol da buenos frutos, no así el árbol deficiente. ¿Qué es lo que provoca que dos árboles aparentemente iguales produzcan frutos tan diversos? Jeremías nos ofrece una buena respuesta a esta pregunta. Dice que el hombre que confía en Dios se asemeja a un árbol que, plantado junto a una corriente de aguas, extiende sus raíces hacia ella buscando su vitalidad (Jr 17,8).  Imagen que nos recuerda a la cierva que, casi agotada por la sed, se sirve de las pocas fuerzas que le quedan para buscar aguas que curen su desfallecimiento (Sal 42,1).

La cosa está muy clara; Dios, Manantial de Aguas Vivas (Jr 2,13), es quien vivifica los árboles que dan buenos frutos. Todo hombre que tiende hacia el Evangelio del Señor Jesús sus raíces, sabe lo que es vivir porque está entrelazado con Él que es Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6).

Consideremos esto desde el punto de vista de la oración: el que tiene una espiritualidad superficial hace sus rezos y al terminar se dice satisfecho: ¡Ya he cumplido!

Sin embargo, quien vive una espiritualidad profunda, termina su oración, dirige su mirada a Dios y le dice con gratitud: ¡Gracias, Señor, porque me has dado de tu agua! Estos hombres tienen sus raíces frescas y vigorosas porque rezan para estar junto a Él, no para cumplir con ninguna norma ni con nadie. Estos hombres y mujeres dan a su tiempo frutos de Vida Eterna.

P. Antonio Pavia
comunidadmariamadreapostoles.com

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