Si te mirara, Señor, si
de verdad te mirara, no dedicaría mi tiempo a tanta fatiga inútil que teje
lentamente el día.
Si te creyera, Señor,
si de verdad te creyera, cómo desaparecerían el miedo y la incertidumbre que
atenazan mi garganta.
Si te buscara, Señor,
si de verdad te buscara, no habría disculpas para enredar mi vida en ansiar, en
perseguir.
Si te escuchara, Señor,
si de verdad te escuchara, no dudaría de ti y tu Palabra ahuyentaría otras
voces que tantas veces me confunden.
Si te esperara, Señor,
si de verdad te esperara, no permitiría que mis manos y su fiebre posesiva se
apresuraran a sujetar, a retener tanta inútil seguridad.
En fin, si te amara,
Señor, si supiera amarte, ya no habría razones para escribir este texto.
Pero me amaste primero
y ya solo queda esperar a que ese amor con que me amaste transforme mi corazón
huérfano y se convierta en tu amor.
(Olga)
comunidadmariamadreapostoles.com
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