Todo aquel que es
víctima de calumnias, intrigas, maledicencias...etc siente como de sus entrañas
se elevan rugidos que claman justicia e incluso venganza. Así es cómo
responde nuestra naturaleza...a no ser que tenga la iluminación, con su
consiguiente fuerza que le vienen de Dios, como proclama este salmista acosado con falsedades hasta la saciedad:
A la exposición de sus penas: "... testigos
falsos se levantan sobre lo que ignoro me interrogan..." (Sl 35,11)de las
que ni siquiera puede defenderse, pues es evidente que sus calumniadores son
intocables por el cargo que ocupan... solo le queda esperar que Dios salga
garante, a su favor, y esto no es una fabulita, no solo no lo es sino que
además engendra en él y en quienes a causa de su relación con Dios
asentada en la Verdad una experiencia de Amor tan fuerte como inequívoca;
experiencia que vive y transparenta este mismo salmista que
pide confiadamente al Señor que le hable, que su alma pueda oír su voz que le
dice: No temas yo soy tu victoria. (Sl 35,3)
Todo discípulo de Jesús
crecido conoce esta Voz de su Buen Pastor en su alma cuando está a
punto de desfallecer. Voz que apacigua sus tormentas interiores, Voz que va
acompañada por la "paz que rescata su alma" (Sl 55,19) La misma Voz y
con los mismos efectos que salió de la boca de Jesús y que obligó a la tormenta
a replegarse...fue suficiente que el Hijo de
Dios le dijera: ¡Calla, enmudece! (Mc 4,39)...y sus rugidos se
desvanecieron. El Señor Jesús "hace estas cosas" por y con sus
discípulos y es por eso que crecen sin cesar en su fe y su amor hacia Él.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario