Llevar
a Jesús en el corazón es haber descubierto el camino a casa.
Es
sentir el calor del caminante que regresa al hogar tras recorrer los caminos
del mundo y saber que vuelve al lugar al que pertenece, cuando el alma se
serena y descansa.
Llevar
a Jesús en el corazón, sentir que él ha decidido quedarse es el mayor de los
sueños y lo único que da sentido a la existencia, es aspirar a fundirse con
quien nos creó, es ser uno con Él, es tocar la eternidad.
Llevar
a Jesús en el corazón permite cerrar los ojos, en cualquier momento y lugar, es
escucharle y hablarle, sin que nada nos lo impida, es la mayor libertad, es
adorar en espíritu y en verdad.
Llevar
a Jesús en el corazón ocurre porque Él lo quiso, y también por nuestro “si”,
sin preguntar casi nada, en el día en que dijimos: “hágase tu voluntad”.
Sólo
hay un plan, una meta, solo una razón de vida para los que hemos acogido a
Cristo en nuestro interior: salir al mundo, gritar y hablarle con
nuestras obras, exhalar su buen perfume y convencer a los hombres para que le
den su “si”
(Olga)
comunidadmariamadreapostoles.com
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