Qué estremecedor tuvo que ser para San
Pablo su progresivo conocimiento de Jesús al denominarlo: "conocimiento sublime" (Flp 3,8). Al considerarlo como sublime,
Pablo no se está sirviendo de un recurso poético, sino que nos está
trasmitiendo una vivencia de la que nos quiere hacer partícipes.
Adivinamos tras esta expresión la
intensidad de su relación con Él, el fuego que arde en sus entrañas. Entendemos
entonces su fortaleza y perseverancia en su Misión de Evangelización, plagada,
como todas ellas, de sinsabores, dificultades de todo tipo, y, por supuesto,
persecuciones. Ninguno de estos impedimentos consiguió anular la Fiesta perenne
de su corazón habitado por Dios.
No es el de Pablo un conocimiento de Jesús
instalado en su mente, sino lo que los Santos Padres llaman: la Sabiduría enraizada en el alma,
conocimiento más divino que humano, que le permite hablar de Jesús no con
palabras fonéticas, sino fogosas, llenas de Espíritu y Vida porque el mismo
Jesús es quien habla por él, lo que indica que no predica el Evangelio en su
propio nombre, sino en el de Jesús… de la misma manera que Jesús lo predicó en
el Nombre de su Padre.
P. Antonio Pavía
Comunidadmariamadreapostoles.com
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